(OroyFinanzas.com) – Los Banqueros Centrales han venido actuando con el oro durante los últimos veinticinco años como si se tratara de otra divisa más.
Así, de la misma manera que intervenían el mercado de cambios cuando estimaban que la especulación a favor o en contra de una divisa lo hacía necesario, han actuado con el metal amarillo cada vez que han considerado que su precio podía escaparse de su control.
No solamente han sido los acuerdos anunciados a bombo y platillo sobre las ventas concertadas de las reservas de oro de los principales Bancos Centrales, ha habido sospechas mas que fundadas de que, mas allá de las ventas oficialmente declaradas se han llevado a cabo otra serie de operaciones de préstamo de metal en connivencia con grandes bancos comerciales y con alguna de las principales compañías mineras del sector.
Sin embargo hay una diferencia importante entre este juego y el practicado con el resto del papel fiduciario.
El oro tiene unos límites que difícilmente se pueden someter a la intervención de los Bancos Centrales: primero, las existencias mundiales de metal, producto de su extracción desde el principio de la Historia, que han ido cambiando de mano en mano, pero que nunca se han destruido; segundo, el crecimiento vegetativo de ese stock, es decir la producción anual de oro resultado de las labores de extracción en las minas, y tercero, la demanda anual de oro para inversión y ornamentación y resto de aplicaciones industriales.
Por el contrario, el dinero fiduciario no participa de ninguna de las tres anteriores limitaciones: en primer lugar, su stock, desde que empezó ha emitirse, ha sido objeto de innumerables colapsos. Es decir, el papel fiduciario no es un stock permanente como el del oro. Se trata de un producto perecedero que, mas pronto que tarde, acaba consumiéndose hasta quedar reducido a la nada
En segundo lugar, el dinero fiduciario no crece vegetativamente en función de su capacidad de extracción. Por el contrario: se expande sin limite, siendo objeto de constantes y erráticos golpes de timón en su ritmo de producción, en función, la mayoría de las veces, de argumentos acomodaticios, más que de factores ligados a la producción real de bienes y servicios.
Finalmente, la demanda anual de dinero fiduciario, al no estar limitada por un stock o por una producción, puede expansionarse tanto como se quiera sin que por ello tenga que trasladarse de forma inmediata a los precios. En otros términos, una oferta absolutamente elástica de dinero permite responder de forma automática a las variaciones reales o inducidas de la demanda sin provocar trastornos irreparables en el precio del dinero.
Los trastornos, cuando se producen como consecuencia de que a los Banqueros Centrales o a los Gobiernos de turno “se les ha ido un poco la mano”, se corrigen fácilmente con meras maniobras de ajuste, pequeñas reparaciones que una vez finalizadas, permiten reemprender el camino de nuevo.
Esta ha sido, pues, la piedra filosofal descubierta en la segunda mitad del siglo pasado y puesta en práctica hasta nuestros días con unos efectos benéficos ciertamente sin precedentes en la Historia. Para los detractores del oro como dinero auténtico y para los defensores del dinero fiduciario este es su gran argumento, su demostración palmaria de que el invento prodigioso ha salvado al mundo del estancamiento poniéndole en la senda del más esplendoroso de los futuros.
Pero no debemos engañarnos. La Naturaleza tiene sus leyes inalterables, mucho más antiguas que la existencia de cualquier tipo de dinero e incluso de la propia existencia del ser humano sobre la superficie del planeta.
La piedra filosofal de los alquimistas medievales fue una utopía. La ciencia demostró siglos más tarde que, efectivamente, se pueden transmutar unos metales en otros, pero el costo de este proceso es muy superior al beneficio que se obtendría del hipotético canje. Por tanto, no hay más oro en la Naturaleza que el que queda definido en sus límites físicos. No se puede, por tanto, crear oro de la nada, ni merece la pena su transmutación a partir del plomo.
Por análogas razones, tampoco se puede multiplicar infinitamente la producción del resto de bienes y servicios con la mera falacia de haber sustituido el oro como dinero por unos papeles sobre los cuales podemos agregar tantos ceros como panes o peces sean necesarios para dar de comer a la población del planeta.
Bill Bonner nos ha recordado esta semana una gran frase de Thomas Jefferson: “ninguna generación debe contraer deudas superiores de las que pueda pagar en el curso de su propia existencia”.Aquellos que descubrieron la piedra filosofal del siglo XX, mas todos los que han venido después, llevando su utilización hasta sus últimas consecuencias actuales, debieran ser conscientes de que no hay nada detrás de la prosperidad económica de hoy que nos haya sido regalado por el dinero fiduciario. Bien por el contrario, nuestra prosperidad se levanta sobre las deudas que habremos de pagar mucho mas pronto de lo que nos creemos.
Por tanto, mucho me temo, que la pretendida piedra filosofal de nuestros días no es sino una versión actualizada del viejo “pan para hoy, pero hambre para mañana”.
Tomasillo
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