El fin del reinado del patrón dólar

(OroyFinanzas.com) – No hay porqué inquietarse. Todo irá bien, durante la cumbre del G20 en Londres a principios de abril. Los jefes de Estado y de Gobierno y los gobernadores de los bancos centrales posarán para la foto de familia con grandes sonrisas que simbolizarán su entente cordiale frente a la crisis. Los asistentes saben que una exteriorización de sus desacuerdos comprometería el retorno a la famosa confianza sin la cual, el crecimiento mundial, no terminará de arrancar.

Confrontados, en sus respectivos países, a tensiones sociales crecientes, nadie se arriesgará a demostrar división o falsedades. Las apariencias se mantendrán a salvo.

Innumerables razones apuntan a que el G20 tampoco abordará los temas más delicados. Empezando por uno central, decisivo, la organización de un Sistema Monetario Internacional. Ni siquiera figura en el orden del día. Lamentable olvido para una cumbre que Sarkozy suele presentar como “un nuevo Bretton Woods”.

Lamentable olvido si se tiene en cuenta el caos monetario, que reina en la actualidad, las divisas de los países del Este de Europa han sido devaluadas, el yen se ha revaluado, la libra esterlina ha perdido valor, el dólar levita y los chinos mantienen su yuan infravalorado. Incluso Suiza, rompiendo con su tradición no intervencionista, acaba de desatar una guerra monetaria al promover una devaluación de su franco.

Lamentable olvido si se tiene en cuenta hasta qué punto el capitalismo padece una enfermedad, más monetaria que financiera, parafraseando el título del libro que los economistas Edouard Husson y Norman Palma acaban de publicar.

Es la enfermedad del Patrón-dólar bajo el cual la economía mundial lleva funcionando desde hace decenios y que ha permitido a Estados Unidos lanzarse a una carrera de créditos, deudas y déficits. Estados Unidos jamás habría podido vivir como lo ha hecho, por encima de sus posibilidades, jamás habría podido drenar tres cuartas partes del ahorro mundial si no hubiera tenido la moneda de referencia, para la constitución de la reserva en divisas de los bancos centrales, para los mercados de capitales,el petróleo, os metales y el comercio mundial. Si no hubiera tenido “ese privilegio desorbitado” Valery Giscard d’Estany que permite “endeudamiento sin lamentos” Jacques Rueff.

Husson y Palma han calculado que el déficit acumulado de la balanza por cuenta corriente estadounidense, entre 1972 y 2007, ronda los 8,3 billones de dólares. “Es como si Estados Unidos hubieran tenido en sus manos la piedra filosofal”, explican. Cualquier otro país del mundo, con un desequilibrio contable de tal magnitud habría entrado en bancarrota. No Estados Unidos, cuyo billete verde es deseado por todos los habitantes del planeta, desde África a Asia, pasando por Rusia.

El editorialista del New York Times Thomas Friedman resumió un día, , la cuestión a su manera: “Se trata de blanqueo de dinero. Le pedimos prestado a China para financiar a Arabia Saudí y aprovechando la coyuntura, llenamos el deposito de nuestros coches”.

El problema radica en que la crisis de las subprimes, la quiebra de los bancos de inversión de Wall Street, la creación del euro y el crecimiento exorbitado de China son simples y llanos síntomas de que el reinado del Patrón-dólar está tocando a su fin. Para Estados Unidos los tiempos del “endeudamiento sin lamentos” se están acabando, para muestra, los millones de estadounidenses en paro.

Durante una famosa rueda de prensa, el 4 de febrero de 1965, el General de Gaulle clamó contra un sistema que permite: “A Estados Unidos endeudarse gratuitamente en el extranjero (…) Un sistema como éste retroalimenta la percepción del dólar como una moneda, imparcial e internacional cuando, lo que es, es un medio de crédito que pertenece a un país muy concreto”.

Esta declaración, cuando fue realizada, fue percibida como la de un viejo sobrepasado por la modernidad económica y monetaria. Ayudó bastante el hecho de que de Gaulle, asesorado por Rueff, proponía regresar al Patrón-oro, al sistema monetario anterior a 1914 en el marco del cual, toda emisión monetaria tenía que tener relación con un valor equivalente en oro. “El oro, inmutable, puede almacenarse en lingotes o monedas; no tiene nacionalidad y desde siempre ha sido, en todo el mundo, el valor fiduciario por excelencia”, afirmo el General de Gaulle.

El Patrón-Oro ha recibido, desde entonces, ilustres apoyos como el del premio Nobel de Economía Robert Mundell e incluso el de… ¡Alan Greenspan! Su principal virtud es evitar una expansión demasiado grande del crédito y de la deuda e impedir a los Estados convertirse en “falsas cecas”. Los estadistas siempre han odiado el Patrón-Oro, Keynes decía que se trataba de una “reliquia bárbara”.

El G20 pretende reconstruir el sistema financiero internacional sin tocar el Sistema Monetario Internacional. Es decir, pretende reconstruir una casa sólida sobre cimientos frágiles y deteriorados. Nicolas Sarkozy hubiera podido convertirse, en Londres, en el portavoz de todos aquellos que consideran que ha llegado el momento de finiquitar el Patrón-dólar. La ocasión es que ni pintada y probablemente él era el único que podía y debía aprovecharla pero, pequeño detalle, Sarkozy, no es de Gaulle.

Pierre-Antoine Delhommais – Le Monde

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Sobre el autor

Marion Mueller
Marion Mueller is the an analyst with OroyFinanzas.com.
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