(OroyFinanzas.com) – En plena crisis de credibilidad de los mercados y el sistema financiero, agravada por los temores sobre la situación de países de la periferia de la zona euro, la compraventa de oro cobra protagonismo. Desde el pasado 5 de febrero, un día después de que saltaran las alarmas en las Bolsas mundiales ante la situación de países como Grecia, Portugal y España, el precio del metal precioso ha retomado su senda ascendente, elevándose hasta los 1.107 dólares por onza.
«A la gente le ha entrado el miedo que había perdido en los últimos meses», señala Soledad Pellón, de IG Markets. Si en diciembre del pasado año, cuando se sobrepasaron los 1.200 dólares, parecía que el valor había tocado techo, los últimas noticias sobre el riesgo de quiebra del país heleno llevaron a los inversores a replegarse hacia activos cuya rentibilidad se encuentra fuera de toda duda. «El valor de referencia cuando se resiente la credibilidad de los organismos gubernamentales es el oro», subraya Pellón.
En total, durante 2009, el precio de este metal precioso se incrementó en un 25%. Lo extraordinario es que la cifra, por abultada que pueda parecer, no resulta inusual. A corto plazo, los analistas prevén que el precio del metal dorado evolucionará «moderadamente». Existe la opinión generalizada de que durante 2010 el oro no experimentará fuertes repuntes, manteniéndose entre los 1.100 y los 1.120 dólares. Aunque «dado el riesgo sistémico de los mercados, incluso, se podrían rozar los 1.160», destaca Pellón.
Más allá de 2.000 dólares
El aumento del precio forma parte de una tendencia al alza que comenzó a principios de la década y se prolongará hasta alcanzar cotas insólitas, si la economía internacional no corrige las sospechas ante las depreciaciones de divisas y las expectativas de inflación.
Marion Mueller, vicepresidenta de la Asociación Española de Metales Preciosos, sostiene que antes de 2015 se cerrará un ciclo de máximos históricos, que catapultará el precio del oro por encima de los 2.000 dólares, para lo cual no será necesaria una evolución paralela de la demanda.
Dado que el metal dorado se ha convertido en el producto cobijo de los inversores, lo que en el fondo este interés pone de relieve es la desconfianza del mercado en los fundamentos y las prácticas que definen el modelo actual especulativo. Así, poco importa que caiga la demanda -como, de hecho, ocurrió en 2009, cuando se redujo en un 11%-; lo que los inversores buscan es una alternativa. «Estamos en un ciclo en el que la gente está harta de productos estructurados, sintéticos, apalancados, cosas que nadie comprende. Por eso han acudido al oro, la única divisa que no depende de la confianza que se deposita en un Gobierno», explica la directiva de la Asociación Española de Metales Preciosos.
Fuente: ABC.es [1]
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