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Proliferan los establecimientos de compra-venta de oro y joyas

(OroyFinanzas.com) – Los veteranos del gremio lo reconocen: los establecimientos de compra-venta de oro y joyas proliferan en Avilés. Es algo habitual en los periodos de crisis, que llevan a que el número de personas interesadas en deshacerse de sus objetos de valor para obtener cierta liquidez aumente de forma considerable. Pero esa proliferación de establecimientos del negocio de moda acabará por «matar a la gallina de los huevos de oro, y nunca mejor dicho», dice un veterano del sector. Cómo funciona el sistema, a dónde van a parar las joyas y qué intereses cobran en estas casas por recuperar las joyas ‘empeñadas’, son algunas de las cuestiones que rodean una actividad poco conocida pero que tiene como materia de trabajo un metal que ha sido el mayor generador de codicias, envidias y admiraciones de la historia de la humanidad.

«Hace no mucho estaba yo solo en Avilés, ahora ya somos seis o siete», comenta José Jiménez Machado, un veterano de la compra de oro que se ha visto obligado a ampliar sus puntos de compra para mantenerse ante la dura competencia. A su establecimiento de la calle del Doctor Graíño ha sumado recientemente una tienda más al comienzo de Rivero.

Según cuenta, la proliferación de establecimientos y despachos de compra de oro y joyas tiene una explicación simple: la crisis económica. «La gente necesita dinero, liquidez, y recurre a lo que tiene». Oro y joyas son el grueso de los objetos de valor que llegan a estos establecimientos para convertirse de forma rápida en dinero en metálico.
Esta nueva ‘fiebre del oro’ tendría sus últimos precedentes en la crisis económica de la década de 1980. «Entonces también se decía que la situación estaba muy mala, que iba a estallar por algún lado. Y también mucha gente se lanzó a vender el oro que tenía», recuerda Jiménez Machado.
Después del auge que conoció la compra-venta de oro en aquellos años, el sector volvió a la normalidad. «Era un buen negocio», reconoce un veterano del sector en Asturias, para quien la competencia ha llevado a incrementar los precios que se pagan por las joyas que lleva la gente a sus despachos. «Antes de este ‘boom’, el oro se pagaba a entre seis y ocho euros el gramo. Ahora estamos pagando hasta el doble», comenta el comprador.
Para ir tirando
Ante ese panorama, no extraña que quienes se dedican al negocio desde hace años vean cómo sus beneficios se han recortado de forma notable. «Te da para ir tirando. Ahora ya no es el negocio que podría parecer», afirman.
Pero, ¿cuál es el funcionamiento del negocio?, ¿dónde va a parar tanta joya?. La respuesta a ambas preguntas es tan simple como presentarse en un establecimiento con un anillo de oro y salir del mismo con varios billetes en la mano.
«Es simple. El cliente llega con las joyas que quiere vender y lo primero que hacemos es comprobar que sea oro, y su calidad», afirma la empleada de uno de estos establecimientos. Dicha comprobación se realiza haciendo con la joya una marca en una piedra especial, denominada ‘piedra de Arkansas’. Después, con un pincel, se pasa un ácido sobre la marca realizada en dicha piedra que, si reacciona, significará que la joya contiene oro de un determinado número de quilates. «No hay oro puro en joyería, son todas de 18 quilates o menos», afirma un profesional del sector consultado por este diario.
Superada la prueba del ácido, las joyas se pesan y se fija un precio por gramo. «Diez, doce, catorce euros…» lo que se pague según la cotización del mercado.
Si el cliente acepta la tarifa, tendrá entonces que aportar una serie de datos y presentar su Documento Nacional de Identidad antes de entregar las joyas. Toda esa información, junto con imágenes de los objetos de valor, serán luego remitidos a la Policía Nacional por los compradores. De ese modo, se pretende dificultar la labor de los cacos, que puedan convertir en dinero a través de estos establecimiento el botín de sus fechorías. De hecho, la colaboración de los negocios de compra y venta de oro ha permitido recuperar parte de los objetos de valor sustraídos recientemente en dos viviendas de Corvera.
‘Empeño’
Una vez completada su identificación, el cliente de los establecimientos de compra-venta de oro podrá suscribir también un contrato por el que se guardarán sus joyas por un periodo determinado de tiempo. Si lo desea, cumplido ese plazo podrá recuperar sus objetos de valor previo pago de la cantidad obtenida más una comisión.
Si bien no son casas de ‘empeño’ en sentido estricto, este servicio se identifica fácilmente con esta vieja fórmula de ‘crédito’. «Depende de los sitios y del tiempo que se guarden las joyas, pero puede estar entre un 10 y un 20%», afirman en uno de los locales de la ciudad acerca de unos intereses que rondarían los de los minicréditos de las financieras telefónicas. No obstante, pocas personas, «por no decir nadie», regresan al cabo del plazo prefijado para recuperar sus joyas.
El destino de las mismas se unirá entonces al del resto de las adquiridas por el establecimiento de compra de oro. Sólo unas pocas serán ‘indultadas’. Se trata de piezas cuyo valor artístico, su diseño, el trabajo artesanal que haya requerido en su fabricación o su antigüedad, supere ampliamente el valor de mercado del simple metal oro.
Metalurgia vallecana
Pero la gran mayoría de las piezas adquiridas en los establecimientos de compra de oro de toda Asturias acabarán, casi con toda seguridad, en el mismo sitio: Vallecas.
En el populoso barrio madrileño se encuentran las instalaciones metalúrgicas de la Sociedad Española de Metales Preciosos, S.A. (SEMPSA). «Todo lo que se compra se lleva para allá. Allí lo afinan y lo hacen lingotes», cuenta Jiménez Machado.
En dicha fábrica, se cumple con una parte básica para la sostenibilidad de actividades como la joyería. Pese a que la cantidad de oro en el mundo es finita y su extracción cara y muy contaminante, la demanda de productos de oro no ha cesado a lo largo de toda la historia de la humanidad. Por eso es imprescindible la transformación del oro existente que en cierto modo ha cumplido su función ornamental como joya.
En SEMPSA, en primer lugar, procesan las joyas de modo que se separe el oro del resto de metales que componen la pieza -plata y cobre, fundamentalmente-. De ese modo, se obtiene el oro puro, de 24 quilates, que una vez fundido, se vuelve a poner a la venta.
La empresa metalúrgica vallecana, y otras compañías similares en el mundo, comercializan el oro puro tanto en lingotes para inversión -ronda los 33.500 euros el kilo-, como en distintas presentaciones para joyería industrial, como hilos, cintas, láminas, barras o tubos, además de lingotes, entre otras. El oro de las sortijas, cadenas o pulseras avilesinas, también puede acabar, previo paso por las instalaciones vallecanas, convertida en prótesis dental o accesorios sanitarios.
Oro para joyeros
En ese punto, profesionales como José Jiménez Machado completan el círculo. «Soy joyero, así que también compro oro a SEMPSA», dice el también responsable de la gijonesa Joyería Rosi.
Serán precisamente los talleres de joyería los que comenzarán ahora la confección de las nuevas piezas a partir del metal resultante de la fundición de las joyas vendidas en los últimos meses en toda España. Tal vez en unos años, cuando una nueva crisis económica apriete, esas nuevas joyas vuelvan a completar un nuevo ciclo del oro al ser vendidas por sus propietarios a compradores dispuestos a llevarlas a Vallecas para ser de nuevo fundidas. Y vuelta a empezar.

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