(OroyFinanzas.com) – En agosto de 1848 el New York Herald fue el primer medio impreso de la Costa Este que publicó el descubrimiento de oro en California. Pocos meses más tarde el presidente, James Polo, confirmó el hallazgo en un discurso en el Congreso de los EE UU . La ‘Tierra dorada de California’, que es como fue bautizada la Costa Oeste en esa época, fue inundada por una ola de inmigrantes llegados de cualquier parte del mundo: los ‘Forty-niners’, para hacerse con el metal precioso.
Ahora la comercialización de dicho metal está de nuevo en boga. Y es que el oro ha multiplicado por cinco su precio en los últimos ocho años. La inversión en ladrillo llegó a su fin con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria en 2008. La volatilidad del mercado bursátil y la inseguridad financiera han propiciado que vuelva la ‘fiebre del oro’. Este metal es una de las inversiones más seguras que existen hoy en día. Y tanto ahorradores, como entidades bancarias o países lo saben.
La onza de oro puro cotiza en la actualidad en el mercado de Londres en torno a 1.200 dólares, casi cinco veces más que en 2001. Según Marion Mueller, vicepresidenta de la Asociación Española de Metales Preciosos (AEMP), «la tendencia alcista no ha hecho nada más que comenzar».
En 1980, tras la última escalada del precio del oro, la onza llegó a costar 850 dólares de la época (24 veces más que en 1969), lo que ajustado a la inflación actual supondría unos 2.400 dólares. Por este motivo la AEMP cree que el ciclo alcista está en sus primeros pasos y no parará hasta alcanzar el equivalente a la cifra de los ochenta, 2.400 dólares la onza.
Vender por necesidad
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce y hay quien en lugar de comprar, tiene que vender. La crisis actual y las dificultades económicas que ha traído consigo a muchas familias lleva a muchas personas a desprenderse de algunas de sus joyas más preciadas para obtener unos ingresos con los que seguir adelante.
La coincidencia de ambos factores (oro como inversión y penurias de muchos ciudadanos) es el motivo que está detrás de la proliferación de numerosos establecimientos dedicados a la compra del metal precioso. En las calles de toda España son cada vez más comunes los locales que se anuncian con el ya popular cartel amarillo con letras negras. Un ejemplo en Gipuzkoa es Chaves, en la Avenida de la Libertad de San Sebastián. Allí el goteo de personas que van a transformar sus joyas en dinero es constante.
Luis Carlos Aizpurua, trabajador de Chaves, reconoce que «el perfil de la gente que se acerca por aquí es muy variado: vienen hombres, mujeres, jóvenes, mayores, gente local, inmigrantes…».
Los motivos por los que venden sus pertenencias en oro son muy dispares: «los hay que necesitan pagar su hipoteca, la vuelta al cole de los niños, las vacaciones del verano, los reyes de los más pequeños, la cuesta de enero… Pero también familias que reciben una herencia de algún abuelo cuyas joyas son muy antiguas y se han pasado de moda. Prefieren vender el oro y repartir el dinero que han sacado», comenta.
Los divorcios también son una buena fuente de negocio: personas que quieren desprenderse de la alianza de matrimonio y de las joyas que su pareja le regaló. Un detalle que ha llamado la atención de Aizpurua es que «los inmigrantes son mucho menos reticentes a vender sus joyas. En sus países de origen están acostumbrados a empeñar hasta la lavadora», apostilla.
Estos locales no hacen ascos y compran el oro que se halla en cualquier objeto: relojes, anillos, pendientes… «Incluso dentaduras».
El procedimiento a la hora de cambiar el oro por dinero es muy sencillo: «el cliente trae sus joyas, nosotros comprobamos que es oro, las pesamos y les informamos del precio que tiene el gramo y cuanto se llevarían. Si hay algún tipo de piedra descontamos su peso. Lo mismo sucede con los relojes, que descontamos lo que por experiencia estimamos. El cliente es quien decide, sin ningún tipo de compromiso, si acepta o no el cambio», explica Aizpurua.
El precio que pagan en Chaves «oscila entre los 15 y 16 euros el oro de 18 quilates, el habitual de las joyas. El de 22 quilates, que suele ser el de las monedas y en algunas ocasiones también el de las muelas, entre 19 y 20 euros. Y el de 14 quilates, de menor calidad y habitual en ciudadanos del Este y Latinoamérica, se paga a entre 10 y 11 euros. El oro puro de 24 quilates, a 23 euros el gramo». Aizpurua explica que «éste sólo se encuentra en lingotes, de los que pedimos el certificado oficial que acredita que es oro macizo».
«Una vez que el cliente acepta el trueque sólo tiene que firmar dos contratos en los que aparece una copia de su DNI, su número de teléfono, la fotocopia de las joyas y la cantidad que percibe por el oro. En el contrato, el vendedor asegura que las joyas son de su propiedad y no robadas. Tenemos la obligación de enviar uno de los contratos a la Ertzaintza, para que hagan las comprobaciones pertinentes», dice Aizpurua.
Compra de empeños
Además de oro, Chaves también compra papeletas de empeño de personas que han recurrido a un préstamo de un Monte de Piedad y no lo pueden pagar.
Una situación que, al parecer, ha creado cierta tensión entre ambas actividades.
Porque aunque cada vez son más las personas que deciden vender su oro, sigue habiendo muchos ciudadanos que prefieren acudir a los Montes de Piedad, una opción por la que se recibe menos dinero, pero con la ventaja de que ese oro se puede recuperar más adelante.
En San Sebastián ese servicio está en Servikutxa Joyas, en la sede central de Kutxa, en la calle Getaria.
El proceso en este caso también es bastante sencillo. Lo que hace el Monte de Piedad es conceder un préstamo a cambio de dejar las joyas en depósito, a modo de garantía. Cuando el cliente decide recuperar las joyas, devuelve el dinero prestado más los correspondientes intereses y comisiones.
Habitualmente, el préstamo se hace por un año, pero con la posibilidad de prorrogarlo hasta un máximo de tres. En ese caso, cada año se debe hacer frente a las comisiones e intereses devengados.
Para optar al préstamo, hay que acudir al Monte de Piedad provisto del carné de identidad y las alhajas que se quieran empeñar. El oro o, en su defecto, los brillantes, se tasan y se valoran. Y el cliente accede a un préstamo por la cantidad estipulada.
En caso de que el depositario no pueda hacer frente al pago, Servikutxa Joyas subasta los artículos empeñados. La cantidad obtenida servirá para liquidar el préstamo y en caso de que se vendan por un precio mayor, ese excedente va directamente a parar a los bolsillos del dueño.
Fuente: Diario Vasco
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