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¿Está loco el inversor en oro?

(OroyFinanzas.com) – Leía hace poco un artículo en este mismo medio donde se debatía sobre si el capital riesgo estaba en vías de extinción. He de decir que me parece un poco precipitado certificar su muerte: como clase de activo pensar que pudiera desaparecer es algo así como pensar que pueda dejar de haber préstamos hipotecarios o inversión en acciones en la bolsa. Otra cosa es que pueda cambiar en algo sus formas de actuar o en los momentos actuales de poca liquidez e incertidumbre, los inversores estén prestándole algo menos de atención.

No es el único activo cuestionado: vivimos en un contexto donde el inversor parece tener pocas opciones claras. La bolsa, con poco volumen y alta volatilidad, parece amenazada por cualquier cataclismo económico externo. En el caso de los bonos, los bajos tipos de interés dan poca rentabilidad en el corto plazo y existe el riesgo de tipos en los bonos a largo. En el caso del high-yield, existen evidentes riesgos de aumentos de los defaults. El sector inmobiliario, simplemente en caída libre.

¿Qué queda entonces?: supongo que lo que muchos denominan “valores refugio”. Un ejemplo es el mercado del arte, reactivado recientemente. Algunos se animan a gastarse 20 millones de euros por una vaca en formol, si bien el riesgo ahí es evidente; entre otras cosas, un día te levantas y se te ha podrido la vaca y además te ha apestado tu penthouse de la Quinta Avenida.

Pero, sin duda, en esto de los valores refugio, el ejemplo paradigmático es el oro, que no es casualidad que haya alcanzado máximos históricos recientemente. Es evidente que si la inversión ha huido de valores de mayor riesgo, habrá recalado en otros. Por otro lado, si los que supuestamente saben de la economía lo dedican a invertir en metales “refugio”, es bastante sintomático de lo negro que ven el panorama.

Dicho lo anterior y yendo concretamente al oro, me llama la atención la veneración que siempre le ha rodeado. Como activo de inversión, tiene una larga historia (aunque, por ser justo, el capital- riesgo también la tiene; si no, qué fue la financiación del viaje de Colón, sino en startup en toda regla…). Todas las civilizaciones antiguas (egipcios, romanos, etc.) le asignaron un elevado valor económico. Por poner un ejemplo de un pasado no tan lejano, cuando Pizarro se encuentra a Atahualpa, que le recibe con sus mejores galas, lo primero que hace (debieron gustarle los collares), es capturarlo y pedir como rescate una habitación llena de oro, rescate que, no obstante, no evita que lo mate. La historia, aunque no deja a los conquistadores españoles en demasiado buen lugar, es llamativa por un detalle: dos civilizaciones absolutamente inconexas se encuentran y tienen un elemento en común: el elevado valor que ambas le asignan al metal en cuestión.

La economía es la disciplina que trata de los bienes escasos. El oro lo es, pero no es el único: vivimos en un mundo finito y como tal, rodeados por definición de bienes escasos. Especialmente en este caso, el valor se asocia a su relativa escasez, realmente por encima su utilidad (en realidad, es un metal con algunas cualidades excepcionales -ductilidad, maleabilidad, conductividad, brillo, estabilidad- pero su valor no deriva de su utilidad). De alguna manera, debido a esa escasez -aunque con suficiente abundancia para crear mercado y demanda-, homogeneidad -a diferencia, por ejemplo, del diamante- y valor estético, se estableció como la principal referencia de valor económico en un momento dado y así ha permanecido. De hecho, el mito alquimista por sintetizarlo por definición hubiese destruido su valor.

Bajo un punto de vista económico, los que nos encontramos en el polo opuesto en el espectro de inversión podremos pensar que a largo plazo tiene más sentido dedicar recursos económicos a crear tejido empresarial que a acumular metal en lingotes, pero es indudable que este metal ha tenido un enorme impacto en el desarrollo económico del mundo: no solamente ha desencadenado guerras y conflictos, sino que incluso en una parte importante del siglo pasado dictó la política monetaria -el patrón oro-. Todavía hay economistas que anhelan la disciplina inflacionaria y estabilidad en los tipos de cambio que suponía (sin ir más lejos, recientemente el Presidente del Banco Mundial); otros argumentan que, de facto, limitaba la capacidad de desarrollo económico ya que, en último extremo, parecería que la expansión monetaria y el desarrollo económico estarían ligados a un factor externo tan aleatorio como el hallazgo, o no, de nuevas minas del preciado metal.

En cualquier caso, por mucho que intentemos entender por qué, el oro es y será por mucho tiempo, el valor refugio por antonomasia. Ha ganado el título por aclamación de las civilizaciones pasadas y la actual. Como valor refugio, por supuesto no garantiza su revalorización permanente, pero posee la cualidad de una aparente solidez, como el metal que representa. Pero cuidado, porque ya se sabe que en el mundo de la inversión no existe el refugio permanente y no es oro todo lo que reluce…

Una última reflexión: en realidad, el bien realmente escaso y valioso que tenemos en la vida es el tiempo. Por suerte o por desgracia, con él no se puede transar. Curiosamente, aunque existe la expresión “el tiempo es oro”, conozco muy pocos que acortarían a la mitad su vida por todo el oro del mundo.

José María Muñoz, socio fundador de MCH Private Equity

Fuente: Cotizalia

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