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El precio del Oro, la plata y los políticos mentirosos

(OroyFinanzas.com) – Llevamos muchos años considerando la mendacidad de los políticos como un pecado venial, connatural a su oficio. Pese a indignarnos con sus mentiras, algunas salvajes y más que evidentes, hemos tolerado su actitud porque vivíamos en la opulencia. Nosotros, como sociedad, cometimos el error de ser demasiado condescendientes con ellos al permitirles crear una casta que pisa alfombra gruesa, usa coche oficial y miente más que habla. Pensamos equivocadamente que, mientras no nos molestaran demasiado ni nos robaran en exceso, estábamos dispuestos a consentirles sus deslices verbales.

Una sociedad anestesiada

Sin embargo ahora, en plena crisis económica mundial, con nuestros países al borde de la quiebra a causa del peso de la impagable deuda soberana, la situación es penosa. Los gobernantes, propios y ajenos, viven tranquilos sabedores de que la sociedad que les consintió aquéllas mentiras, ahora ha perdido la autoridad para reprocharles las actuales. Además, esa sociedad está tan preocupada por la situación económica que no es capaz de pensar mucho más allá. Estamos anestesiados, aterrorizados, víctimas del dardo paralizante del miedo a la crisis.

En este contexto, los gobernantes simplemente están ganando tiempo a base de mentiras, subterfugios y tapaderas. Cuando estalló la primera fase de la crisis, los políticos mandaron a los bancos centrales que imprimieran dinero para rescatar a las empresas y bancos quebrados. Taparon deudas privadas con dinero impreso de la nada y con deuda pública, que no es otra cosa que pedir dinero prestado prometiendo devolverlo con la recaudación de nuestros impuestos futuros. Al tomar estas medidas, los gobernantes nos han condenado a vivir unas décadas durísimas para pagar las deudas que ahora están contrayendo.

Condenados a la muerte dulce de la inflación

Los políticos calcularon las consecuencias de permitir quebrar a grandes empresas, como la General Motors, y decidieron nacionalizarlas. Por un lado, evitaban una sublevación social por ejemplo en algunas ciudades estadounidenses como Detroit (pero también aquí, en Zaragoza, donde la Opel es un pilar clave para la economía local). Por otro, hacían ver que son grandes estadistas: otra mentira más. Después hicieron lo mismo con los países. En la Unión Europea rescataron a Grecia, luego a Irlanda, ahora se acerca Portugal, después vendrán Italia, España, Bélgica o incluso el Reino Unido.

Y ahora es cuando viene lo peor. Como los políticos han incurrido en deudas soberanas impagables en la mayoría de los casos, no les queda otra que condenarnos a la muerte dulce de la inflación. Han multiplicado la masa monetaria para tapar agujeros, lo que ya está provocando una inflación galopante que nos va empobreciendo lentamente. Ellos saben que las inmensas deudas públicas se irán diluyendo en la inflación. Las personas seremos más pobres, pero los Estados podrán pagar sus deudas o renegociarlas porque el dinero del futuro valdrá mucho menos. A quienes tengan hipoteca también les beneficiará, porque en el futuro les parecerá que su hipoteca es mucho más pequeña (claro, siempre que consigan que su nivel de ingresos crezca al compás de la inflación real, cosa harto difícil por no decir imposible).

La inflación en Europa, al 14% anual

Para que funcione este truco de magia de la inflación galopante que se acaba comiendo las deudas todos tenemos que creernos la gran mentira de que la inflación sólo sube a un 3 por ciento anual, que es lo que nos dicen las instituciones estadísticas controladas por los políticos, cuando realmente ya está subiendo en Europa a un ritmo anual medio del 14 por ciento. ¿Por qué al 14 por ciento? Te lo voy a explicar: el oro nunca miente.

El año pasado podíamos llenar un carrito de la compra con 50 euros. Este año necesitamos 60 ó 65 para hacerlo. Eso significaría que la inflación ha subido en torno al 30 por ciento en 2010. ¿Es eso posible? Sí. El precio del oro subió precisamente un 30 por ciento el año pasado. La cotización del oro es un claro indicador para calcular la inflación real. Si nos atenemos a la subida media del precio del oro durante la última década en la Unión Europea, nos encontramos con que la inflación ha subido en realidad a un ritmo cercano al 14 por ciento anual. En Estados Unidos, la subida media del oro frente al dólar en los últimos 10 años es del 20% anual, así pues, esa sería la verdadera inflación del dólar. Dicho de otro modo, el euro se deprecia a un ritmo del 14% anual y el dólar, al 20% anual.

Evolución del precio del oro 2000-2010

 

El Banco Central Europeo tiene entre sus mandatos fundacionales, prácticamente el único, mantener la inflación estable en torno al 2 por ciento. Así pues, durante la última década ha incumplido ese mandato. También tenía prohibido comprar deuda pública, o monetizarla, y lo está haciendo, saltándose unas cuantas leyes sin que nadie tome cartas en el asunto. La sociedad está tan sumamente asustada con lo que está pasando que a nadie se le ocurre levantar la voz para denunciarlo. Menos aún a los medios de comunicación, víctimas de la crisis económica y de su propia crisis de identidad, en una sociedad donde Internet tiene cada día más peso y los medios pierden poco a poco su influencia.

Ante el colapso del dólar, la libra y el euro

Hay analistas como James Turk que vaticinan que el dólar puede llegar a colapsar próximamente quizá en 2011, bajo el terrible peso de la deuda. Apenas hace unos días, el mismo experto afirmó que la libra esterlina puede adelantar al dólar y colapsar antes [1] que el billete verde americano. Si esto ocurre, es muy probable que el euro vaya detrás. ¿Y entonces qué pasará? Es muy probable que estuviéramos ante un escenario desolador, casi prebélico, con comercios cerrados, mercancías bloqueadas, saqueos, la economía mundial paralizada y los gobernantes inventando un nuevo sistema monetario para implantarlo lo más rápido posible a fin de recuperar el funcionamiento normal de la economía.

Personalmente, espero que no lleguemos a vivir un escenario así. Los políticos mentirosos lo van a intentar impedir a toda costa con más mentiras. Ellos están persuadidos de que pueden hacerlo sin que nos enteremos (o esperan al menos que finjamos que no nos enteramos). Nos van a seguir haciendo creer que la inflación está bajo control, mientras nos vamos empobreciendo todos. Los grandes bancos centrales, sobre todo la FED y el BCE, van a seguir haciendo el trabajo sucio. Como la inflación aparentemente estará controlada, los tipos se mantendrán relativamente bajos y el crédito seguirá fluyendo, no hacia la sociedad, sino a que los bancos, para que sigan comprando deuda soberana y saneando al mismo tiempo sus balances. Si la gran mentira funciona, los políticos creen que llegará un momento de cierta estabilidad y el crédito volverá a fluir, recuperando la normalidad.

A juicio de los gobernantes mundiales, si consiguen mantener con vida a nuestro moribundo sistema económico gracias al coma inducido de la inflación, inyectando dinero constantemente para que no colapse y manteniendo bajos los tipos de interés, al final el enfermo abrirá los ojos, como ya parece que está ocurriendo en países como Alemania, y la economía volverá a funcionar otra vez, creando empleo y recuperando poco a poco la situación que tuvimos antes de la crisis. De ser así, nos habrán hecho a todos muchísimo más pobres colándonos una mentira enorme, pero al menos no habremos acabado todos metidos en una guerra o algo peor, y lo más hilarante de todo es que nuestros gobernantes nos querrán colar la mentira de que son unos estadistas sublimes que han logrado revertir la crisis en beneficio de todos nosotros.

Preparados frente a la crisis

Pero, ¿y si las mentiras no son suficiente? ¿Y si no es tan fácil maquillar los datos de la inflación desbocada para que parezca mucho menor de lo que es? ¿Y si se les escapa de las manos todo esto y acabamos, como temen algunos economistas, en ese escenario prebélico del que hablábamos antes? Hace más de dos años leí un artículo de Casey Research, un equipo de economistas y analistas estadounidenses, alertando precisamente de ese panorama de sublevación social al que estábamos abocados. Ahora, ese panorama lo vemos aflorar por ejemplo en Grecia. Y quizá se vaya extendiendo a más países, esperemos que no. Otro experto, Howard Ruff, aún me asustó más, porque en otro artículo daba por hecho que los gobernantes no iban a impedir finalmente el colapso del sistema y por eso recomendaba a sus seguidores que compraran agua y víveres para aguantar unos meses, el tiempo necesario para que los políticos pudieran poner en marcha un nuevo sistema monetario de intercambios razonablemente sólido.

Tanto el equipo de Casey Research como Howard Ruff son avezados inversores. Llevan años recomendando a sus lectores comprar oro y plata para proteger su patrimonio. A mi juicio, tienen muchísimas razones para estar en lo cierto. Pase lo que pase, el oro y la plata ahora mismo son el mejor lugar donde podemos depositar nuestros ahorros. Porque, mientras la crisis continúe y todos aceptemos la mentira de que la inflación sigue bajo control, el oro y la plata serán inversiones muy, muy rentables. Pero si la inflación se desboca, el oro y la plata impedirán que nuestros ahorros se diluyan en plena devaluación monetaria. Y si los políticos no son capaces de impedir el colapso monetario, podremos usar el oro y la plata como moneda para intercambios de emergencia durante las semanas o meses más críticos, o guardarlos hasta que entre en circulación una nueva moneda y vender entonces al menos una parte del oro y la plata atesorados para recomponer nuestras finanzas familiares.

Nacho García Mostazo

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