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Hacia el patrón oro

(OroyFinanzas.com) – La prosperidad de la que muchos economistas, analistas y administradores de activos creían haber sido testigos a consecuencia de la presencia del dinero fiduciario y de los créditos es insignificante, insostenible y muy inestable, como se puede deducir que desde que el dinero papel se separó del oro se han producido numerosas crisis monetarias y financieras.

Según estos expertos no hay salida. En su opinión, estamos condenados a seguir siendo rehenes del actual régimen monetario inestable; según su visión, la inestabilidad es el precio que debemos pagar por tener una economía en crecimiento. Desafortunadamente, este punto de vista tan extendido es sumamente incorrecto. Existe un sistema monetario que combina el crecimiento con la estabilidad financiera: el patrón oro.

Una vuelta al patrón oro ha sido frecuentemente descartada por poco práctica en base a una serie de argumentos: tal sistema limitaría la prosperidad de una nación, y también se afirma que tal ajuste causaría problemas ya que fomentaría la deflación. A menudo se alega que no hay ninguna diferencia entre el papel y el oro porque ambos solo cobran valor cuando sirven de trueque para otras cosas que sí tienen valor. El oro también recibe poca atención como medio valioso de ahorro, ya que no se puede construir un modelo sobre la rentabilidad anual que el oro genera al cliente. Observando todos estos argumentos es fácil reconocer que se basan principalmente en la pereza, la incompetencia y la arrogancia, y que pueden ser fácilmente refutados.

Para empezar, un sistema monetario basado en el valor del oro no impide generar crecimiento y prosperidad. Las cifras demuestran que el sector productivo de la economía vivió el mayor crecimiento de la historia durante el período comprendido entre 1870 y 1914: el período del patrón oro. Eso no debería sorprendernos si reconocemos que los valores estables implican previsibilidad y confianza, dos ingredientes primordiales para la actividad económica. Una ligera deflación no es un problema; al contrario, es altamente beneficiosa para cualquier economía. Por ejemplo, cada año los ordenadores y las televisiones de pantalla plana son mejores y más baratos. Son un tributo a la abundancia con la que el mercado libre provee a la sociedad. La gente nunca ha dejado de comprar bienes y servicios debido a la deflación, anticipando precios más bajos.

Un error común es que la gente a menudo equipara el valor del papel al valor del oro. Según los economistas, el valor del papel o del oro solo se fija cuando la gente sustituye su oro o su dinero papel por otros bienes o servicios con valor real. Por consiguiente, tanto el oro como el dinero papel no tienen un valor intrínseco. Parece que estos economistas tengan razón al hacer esta afirmación en relación al valor nominal. No obstante, si la examinamos más de cerca, veremos que se les escapan dos puntos esenciales. En primer lugar, se olvidan de que su función como medio de cambio se basa principalmente en la confianza del usuario: confía en que conservarán su función de medio de cambio en el futuro, es decir, en su continuidad. Este es un punto clave ya que el valor de cambio del dinero papel se ve amenazado cada vez que se imprime dinero nuevo en cantidades cada vez mayores.

Hasta hace poco, el público en general había mantenido su confianza en la continuidad del poder adquisitivo del dienro papel, pero según reza un dicho popular holandés: “la confianza llega a pié y se marcha a caballo” – lo cual, en nuestro caso, nos da toda la razón.

En cambio la oferta de oro no se puede aumentar en cantidades cada vez mayores; su aumento está limitado por la cantidad total de oro que se extrae cada año y que muchas veces es menor a la oferta de metal amarillo existente sobre la tierra (oro reciclado, ventas de bancos centrales etc.). La estabilidad, un requisito vital para generar confianza, está prácticamente implícita en el oro.

Es esta estabilidad que le concede al oro unas propiedades únicas que el dinero papel nunca ha podido obtener, es decir, las de un medio de ahorro. El segundo fallo en la argumentación de los economistas es que el papel moneda acumulado pierde su poder adquisitivo rápidamente. De hecho, el BCE tiene como meta un índice de inflación anual de un 2% (la tal llamada “estabilidad de precios”).

El papel moneda no cobra valor por que se pueda acumular, sino más bien porque se puede intercambiar por otros objetos valiosos. Juzgamos tan bajo su valor que inmediatamente lo convertimos en objetos valiosos o lo cambiamos por bienes que devengan intereses. Se lo prestamos (a través de intermediarios o bancos) a personas que deseen usarlo más que nosotros. El uso que otras personas le dan al papel moneda es, sin embargo, arriesgado, ya que el dinero siempre se puede gastar de manera poco inteligente.

El resultado es un préstamo que finalmente nunca se llegue a liquidar. Los intereses se pagan como una prima de riesgo al prestamista, que siempre corre el riesgo de perder no solo los intereses de la deuda, sino también el capital. Por consiguiente, el valor de un préstamo determinado depende totalmente de la capacidad de la parte contraria de saldar sus deudas. En cambio el oro representa un valor en sí mismo, no solo porque su oferta es estable, sino también porque carece de riesgos de contrapartida. No es una obligación, sino una propiedad. Esto explica porqué el oro no ofrece rendimiento, ya que tampoco ofrece riesgos.

El oro no solo es un medio de cambio muy adecuado. Es, además, considerablemente superior al dinero papel en este sentido, en cuanto a su capacidad de desempeñar su función de depósito de valor: el oro es un medio de ahorro. Un sistema en el que el dinero está ligado al oro recompensa a los ahorradores de nuestra sociedad, ante todo porque la productividad crece más rápido que la cantidad total de oro en una sociedad determinada. Debido a esto, el poder adquisitivo del oro crece de una manera estable con el paso del tiempo. Técnicamente hablando, somos testigos de una deflación. La acumulación de deudas y créditos se ve desalentada y limitada, ya que la gente se ve obligada a saldar sus deudas con dinero que ha aumentado su valor durante el período del préstamo.

En nuestro sistema monetario actual el dinero papel está perdiendo su valor continuamente. Para compensar esta evolución, la gente se ve forzada a tomar riesgos cada vez más elevados en forma de inversiones o préstamos. Con suerte, el rendimiento de sus inversiones es suficiente para compensar la pérdida de poder adquisitivo del capital invertido.

En un sistema monetario ligado al oro la gente no se ve forzada a recurrir a medios de inversión y a préstamos altamente productivos. Además, es un hecho bien conocido que esos medios de inversión son responsables de gran parte de los beneficios de nuestro sistema bancario moderno. La mayoría de los economistas, analistas y administradores de activos parecen temer que la vuelta al patrón oro acabará con sus carreras profesionales.

El patrón oro no es una amenaza a la prosperidad económica; es una amenaza al crecimiento y a la propia existencia de nuestro sector financiero moderno. Tal vez la vuelta al patrón oro no sea tanto una cuestión económica sino más bien una cuestión filosófica. ¿Llegará el día en que políticos, banqueros, empresarios y ciudadanos tengan los suficientes principios culturales, morales e intelectuales para tomar, por fin, este paso?

Drs. Sander O. Boones, socio del Gold Standard Consulting Group.

Fuente: GoldMoney

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