(OroyFinanzas.com) – Hace siete meses, en la primera parte de este artículo [1], abordamos la cruenta y épica batalla entre dos gigantes, uno eterno e inmortal –de nombre oro, y un coloso de papel que representa a las divisas fíat o dinero de “mentiritas”, llamado dólar estadounidense.
Hoy, a poco más de un mes de llegar a un aniversario más del fatídico 15 de agosto de 1971, fecha en que por decreto se abandonó el último vestigio del patrón oro, podemos dar cuenta de que en ese lapso ha seguido apabullando el púgil dorado al verde que ha perdido cerca de un 10 por ciento más de su valor.
No por nada en los primeros diez años del siglo XXI, el metal amarillo se llevó el galardón de “la inversión de la década”, título más cercano a su nobleza que el despectivo “reliquia barbárica” que le endilgaron los que, con sus ideas, siguen conduciendo al mundo hacia la quiebra definitiva del sistema monetario.
El marcador de la disputa es contundente. Pese a los eventuales respiros que con normalidad toman las verdaderas reliquias, las divisas de papel, la tendencia se mantiene intacta. Por eso, lo único que estas pueden tener garantizado, es que su valor habrá de morir con el tiempo, para quedar en el panteón de la historia. Así han concluido todos los anteriores experimentos de este tipo, que han pretendido engañar a la gente haciéndola creer que se puede crear riqueza de la nada.
En este sentido, las alineadas fichas de dominó de la siguiente etapa de la crisis, siguen y seguirán cayendo hasta acabar con la última que se encuentra en Norteamérica. Esas piezas denominadas PIIGS (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España) han ido cediendo uno a uno sin que un solo problema se haya resuelto de fondo.
La expansión sin cesar del crédito-deuda, que sería imposible con el ancla del oro, no nada más no se ha detenido, sino que amenaza con seguir sin importar que más tarde las consecuencias sean aún peores.
Grecia sólo es el ejemplo de moda. Si los griegos tenían un gran problema enfrente, ahora es mayor. La “ayuda” recibida en realidad ha sido para salvar a grandes instituciones financieras, que debían pagar con pérdidas el haberle prestado a un país sin capacidad de pago suficiente.
Es justo esta insolvencia, que no falta de liquidez, la que más tarde hará evidente que fue una pésima idea echar dinero bueno al malo. La medicina, será tan amarga como inevitable con repercusiones globales.
La segunda mitad de 2011, quedará así marcada como aquella en que las señales de alerta se multiplicaron más que nunca, pero en la que también volvieron a ser ignoradas. Por eso, no es difícil predecir que muy cerca de cumplir 40 años del inicio del apogeo de la Reliquias de la Muerte Segura, el congreso de Estados Unidos elevará el tope de endeudamiento para que Barack Obama siga cavando más profundo la tumba del dólar. Vaya coincidencia.
La esperanza, sin embargo, pervive gracias a todos aquellos que han renunciado a seguir a un falso mesías, y ven un refugio en la posesión de dos metales preciosos: oro y plata. ¿Será más inteligente seguir a alguien que tiene el agua hasta el cuello, o a quien a través de una nueva “Bolsa” (la Pan Asia Gold Exchange, sita en Kunming, China) permitirá a cientos de millones de clientes potenciales proteger su poder de compra, facilitando la adquisición física de ambos metales? Al buen entendedor, pocas palabras.
Así que, en analogía con el último episodio de la exitosa serie de Harry Potter, no tenemos que esperar a ver o leer el final para saber que el bien y la razón, siempre triunfan sobre el absurdo. O como diría un clásico: “Hasta la vista, Dollardemort”.
Guillermo Barba
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