- OroyFinanzas.com - https://www.oroyfinanzas.com -

Dinero, Precios e Inflación

(OroyFinanzas.com) – Los “Keynesianos de todos los partidos”, parafraseando la famosa cita de Hayek en “La Fatal Arrogancia”, no se cansan de repetir que la inflación surge del aumento de la demanda agregada más allá del crecimiento de la oferta agregada. Aplicado en un contexto recesivo, los consejeros keynesianos suelen proponer medidas de expansión fiscal y monetaria de todos conocidas; en la creencia de que ambas “tirarán” de una tímida demanda, aumentando con ello la renta y el número de empleos en la economía, sin afectar a los precios.

¿Y el dinero? ¿Acaso no tiene nada que ver el dinero en la explicación de la inflación? Claro que aumenta la demanda de gasto de las familias y empresas cuando abunda el dinero en la economía, pero eso no es más que el reflejo de la existencia de un exceso de liquidez en sus carteras.

Lo que hará la gente será deshacerse de ese exceso de dinero aumentando su demanda (nominal) de bienes, servicios y activos. Pero, si ese aumento de la demanda se encuentra con una oferta estancada, las posibilidades de gasto serán más escasas y, lógicamente, acabarán por subir los precios.

En palabras de M. Friedman, “hay demasiadas unidades monetarias a la caza de unos pocos bienes”. Esto ya nos lo explicaron magistralmente los escolásticos de la Escuela de Salamanca en el siglo XVI, cuando explicaron por qué subían los precios con la entrada masiva de metales preciosos de América: el aumento de la cantidad de dinero, si no hay más bienes y servicios que adquirir, acabaría por deteriorar el poder de compra de la moneda; o lo que es lo mismo, ¡aumentaron los precios!

Repetidas veces se ha recurrido a la creación de más dinero para responder ante una coyuntura económica desfavorable y otras tantas hemos visto sus penosos efectos. Parece como si la mera multiplicación de los medios de pago (billetes del banco central monopolista y depósitos bancarios) fuera a crear más riqueza porque sí, en una cadena “keynesiana” de aumentos del consumo y la inversión de las familias y empresas.

 ¿Qué falla en esta cadena de mayor gasto, en apariencia virtuosa? En esencia, tres cosas:

(1) Esos aumentos de las demandas de consumo e inversión son, en el mejor de los casos, efímeros e insostenibles: no son más que el reflejo de un aumento previo de la liquidez que, tarde o temprano, se reflejará en un crecimiento del nivel de precios. Por tanto, en términos reales, el aumento de la liquidez no produce cambios persistentes ni sostenibles en las decisiones de consumidores y empresarios.

(2) El aumento de la liquidez suele ir acompañado de aumentos del gasto público, que ha de financiarse con más impuestos, más deuda pública, o bien con aún más emisiones de dinero. En cualquiera de los casos, ello redundará en una contracción de la actividad privada por el encarecimiento creciente del coste de la financiación, lo que se conoce como el efecto expulsión del Estado de la actividad privada.

(3) Una vez la gente ha vivido ya varios episodios de inundación monetaria, y del deterioro resultante en el poder de compra del dinero, aprende a protegerse de sus efectos inflacionistas. Ello se traduce en aumentos de los precios, salarios, primas de riesgo, de seguro, … en los contratos privados una vez que la expansión monetaria ha sido iniciada o incluso solamente anunciada; lo que resultará en mayor inflación y anulará sus pretendidos efectos benéficos antes de ser aplicada.

La expansión monetaria no es la mejor herramienta para que el Estado dirija la salida de una recesión. La única excepción es la de una recesión causada por una contracción monetaria no esperada ni querida. En el resto de recesiones convencionales, encontrará que la expansión monetaria acaba en una economía estancada y, además, en mayor inestabilidad de precios e inflación.

Ello se conoce como estanflación, un fenómeno que sorprendió a los Keynesianos en las crisis de los años 70, dado que sus teorías de la inflación no podían (y siguen sin poder) explicarlo. Siendo así, una vez refutadas por los hechos, el método científico nos llevaría a dejarlas de lado.

¿Por qué entonces gobiernos y consejeros siguen aplicando y recomendando explicaciones erróneas de la inflación que no sirven y, además, tanto mal han acarreado? Creo que es la inercia del político en buscar la salida más fácil que calme a los votantes, con la inyección masiva de dinero público, lo que puede explicarlo. En su lugar, al menos mientras el dinero sigue siendo un bien tan regulado por el Estado, los gobiernos deberían abandonar la pretensión de gobernar la economía con el control de la oferta del dinero o del tipo de interés.

Su oferta debería crecer únicamente si lo hace la oferta de bienes y servicios que podemos comprar. Con esta sencilla regla se preservará el poder de compra del dinero y, como consecuencia, el cumplimiento de sus funciones como medio universal de cambio, depósito de valor y unidad de cuenta.

Juan Castañeda [1], profesor de Economía Aplicada en la UNED

Fuente:  GoldMoney Research

© OroyFinanzas.com