El estudio concluye que, a largo plazo, el precio del oro lo determina la tasa de inflación, una opinión acorde en general con las conclusiones alcanzadas por J. Leyland en su versión actualizada de The Golden Constant, de R. W. Jastram. Igual de interesante resulta que, a corto plazo, factores explicativos como los tipos de cambio, las tensiones financieras y las políticas monetarias son los que mayor influencia ejercen en el precio de una onza hoy en día.
Y son precisamente este tipo de cuestiones las que han dado lugar a la reciente inquietud de los mercados. La dificultad de alcanzar un acuerdo político sobre cómo abordar la crisis de la deuda soberana, tanto en Estados Unidos como en Europa, ha renovado los temores de riesgo sistémico. Además, la situación ha tenido repercusión sobre los tipos de cambio, especialmente en el caso del franco suizo, justo en el momento en que los indicadores económicos en general están apuntando hacia una ralentización del crecimiento global que exacerbaría las dificultades a las que se enfrentan los Gobiernos en sus intentos de sanear sus finanzas.
De hecho, los bancos centrales están siendo criticados simultáneamente por hacer demasiado (debate sobre la expansión cuantitativa, o QE, en EE UU) y también por hacer demasiado poco (en Europa, presiones para que el BCE estabilice la deuda periférica). Como predice el modelo, en estas circunstancias el oro se ha apreciado, alcanzando otro nuevo máximo histórico de 1,814 dólares por onza.
Son muchos los Gobiernos que se enfrentan a un dilema. ¿Deberían aplicar políticas económicas restrictivas (subir los impuestos, recortar el gasto) para reducir los niveles de deuda? Hacerlo supone el riesgo de acabar con el crecimiento e impedir cualquier posibilidad de recuperación. Este escenario es una fuente potencial de estrés financiero, tipos de interés débiles y depreciación de distintas divisas, un entorno que beneficiaría al oro. La alternativa, nada ortodoxa y que también conllevaría riesgos considerables, sería acelerar la monetización de la deuda, lo que podría dar lugar a la creación de un entorno inflacionista que también favorecería al oro. El oro mantiene su atractivo en un mundo en el que las incertidumbres parecen estar lejos de desaparecer.
Johanna Keller, Lombard Odier. Investment Managers
Fuente: Cinco Días [1]
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