En Mongolia se ha desatado la “fiebre del oro”

(OroyFinanzas.com) – Con las mayores reservas minerales del mundo aún sin explotar, en Mongolia se ha desatado una “fiebre del oro” como la que contagió al Lejano Oeste americano en el siglo XIX. Su rico subsuelo, que atesora carbón y cobre para las próximas décadas, ha atraído a poderosas multinacionales de China, Australia, Japón y Singapur, pero es el oro el que encandila a los mongoles con la posibilidad de hacerse ricos y cambiar sus míseras vidas.

Al distrito de Zaamar, en la provincia de Mongolia Central, acuden cada año miles de personas en busca de su particular “Eldorado”. Lo sitúan en Shijir Alt, un poblacho de mala muerte que ha crecido al amparo de las minas de alrededor y cuyo nombre significa, textualmente, “puro oro”.

Nada más lejos de la realidad: entre pistas de tierra cubiertas por la nieve, se amontonan un puñado de destartaladas casas de madera, karaokes cutres con bombillas rojas de “puticlub”, un par de grasientas cantinas y hasta un sombrío café-internet con ordenadores de la época del Spectrum donde los jóvenes matan las horas pegando tiros al “Counter Strike”.

A las afueras, un enjambre humano pulula entre montones de arena y hoyos cavados en la tierra. Son los mineros “ninja”, una nueva casta de “buscavidas” que deben su apodo a los bidones de plástico verdes y amarillos que, como las famosas tortugas de los dibujos animados, cargan a sus espaldas.

Divididos en cuadrillas de cuatro o cinco, ocupan las vetas de la cercana mina de oro y excavan galerías que llegan a tener 15 metros de profundidad y otros 15 de longitud. Descendiendo bajo tierra con una cuerda, sacan cubetas de plástico llenas de arena que luego filtran en un molinillo con motor de gasóleo en busca de las preciadas pepitas de oro. Por 25 euros, venden cada gramo a los habitantes del pueblo, que luego se los cobran a 40 euros a los compradores que vienen de Ulan Bator.

“Una vez encontré una piedra de 102 gramos que vendí por casi tres millones de tughrik (1.700 euros), pero he oído de alguien que halló un kilo entero de oro”, nos cuenta Uranchimeg, una viuda de 50 años cuyo marido, alcohólico, falleció de cirrosis. Como delatan sus mejillas sonrosadas, y sobre todo las botellitas de vodka tiradas por el suelo, ella también se entona el cuerpo a base de lingotazos para aguantar el frío. Incluso durante las tormentas de nieve, cuando sopla un viento huracanado y las temperaturas superan los 30 grados bajo cero, los mineros “ninja” siguen rebuscando entre la tierra.

“Venimos aquí porque a los viejos nadie nos da ya trabajo”, se queja Boho, un pastor que lleva los últimos siete de sus 63 años probando suerte en las minas. Compartiendo con otras 10 personas una yurta que les cuesta 60 euros al mes, su meta es ganar un poco de dinero y volver a casa con su esposa. “Ayer encontré oro por valor de 7 euros, pero hoy nada”, se lamenta resignado.

Junto a ellos, hay también cuadrillas de jóvenes fornidos que han abandonado sus antiguos empleos como albañiles o en las siempre malpagadas fábricas por la esperanza de un sueldo mayor. “

Antes ganaba 150 euros al mes. Con el oro, ahora le envío a mi familia cuatro veces más”, desgrana Batchuluun, quien tiene un hijo de cinco años y otro de uno. A sus 30 años, lleva ya una década trabajando con otros dos amigos, con quienes se reparte los gastos, las tareas y los beneficios. Juntos, han comprado barras de hierro y palas para cavar, así como un motor para el molinillo que les ha costado 75 euros. Al contrario que otros mineros “ninja” mejor preparados, ellos no han podido hacerse con un detector de metales para rastrear los montículos de tierra porque cuesta 1.200 euros.

“Es muy caro y no lo necesitamos porque conocemos el color de la arena con oro”, se justifica su compañero, Otgonbayar. “Entre los tres, podemos ganar más de 50 euros al día, pero este trabajo es muy duro y peligroso, ya que muchos mueren atrapados en corrimientos de tierra”, advierte el último socio, Myagmarbayar. Mientras uno excava, otro separa la arena y el tercero vigila por si vienen la Policía o los guardias de la mina.

Con 300.000 “ninjas” repartidos por todo el país, las empresas mineras han intensificado la seguridad en torno a las vetas. A pesar de las multas, la fiebre del oro sigue ejerciendo sus cantos de sirena en un país tan pobre, pero con tantos recursos naturales, como Mongolia.

La mayor reserva mineral del mundo

Oro, plata, hierro, carbón, cobre, cinc, uranio, tungsteno, níquel, wolframio, fosfatos… Con 1,5 millones de kilómetros cuadrados – tres veces España – y sólo tres millones de habitantes, de los cuales la mitad vive en Ulan Bator, Mongolia guarda en su subsuelo las mayores reservas minerales del mundo. Toda una garantía de futuro en un planeta globalizado cada vez más desesperado por fuentes de energía.

Gracias a la minería, Mongolia es el país que más puede crecer esta década. A pesar de la crisis, el Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que su Producto Interior Bruto (PIB) se disparará un 14% anual hasta 2016.

Sus minerales ya suman el 80% de las exportaciones y seguirán subiendo en el futuro, sobre todo gracias a la pantagruélica demanda de la vecina China. La producción de carbón, que ahora asciende a 16 millones de toneladas anuales, se elevará hasta los 40 millones en 2020 y los 240 millones veinte años después.

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Fuente: ABC

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Marion Mueller
Marion Mueller is the an analyst with OroyFinanzas.com.

2 Comentarios en "En Mongolia se ha desatado la “fiebre del oro”"

  1. hector felipe | 26 marzo 2012 at 17:03 pm |

    Estimada Carol, te falto hablar sobre los desperdicios solidos y liquidos (relaves) que van matando la flora, la fauna y poblados aledaños que convertiran a Mongolia en un pais gris e inabitable como pasa en algunas regiones de mi pais, el Peru, y especialmente con la emblematica ciudad victima de la mineria corporativa responsable “La Oroya” asesinada por DOE RUN, pero todo esto no ocurrira como consecuencia del progreso de sus habitantes… sino de la ambicion y codicia de las empresas mineras trasnacionales…

  2. Bueno,así se empieza con la aventura de recuperar un poco de oro con la familia y los amigos,comprando una propiedad,luego algo mas serio y mas grande,compras maquinaria y luego tienes líos con las leyes y el medio ambiente,legalizas y comienzas a facturar y tributar,para entonces lo que era tranquilidad absututa con unas decenas de personas,ahora son miles,con tiendas de comercio,bares y prostíbulos,sobretodo gente mala y mucha delincuencia,todo se transformo y luego la llegada de las grandes compañías que con ayuda del gobierno botan a miles de mineros informales de los sitios de trabajo…..lo de siempre….. el comienzo y el fin….saludos.

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