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Las bases de una Reforma Monetaria: Un estado de la situación (1)

(OroyFinanzas.com) – Los últimos acontecimientos en el seno de la Unión Monetaria Europea son una muestra muy representativa de la conducta de los Gobiernos, los cuales han hecho de la política económica un instrumento de ataque frente a los denominados “mercados”. La filosofía es compartida por gente del más variado pelaje: desde Mario Monti a François Hollande, pasando por Mariano Rajoy y calando en el discurso de Angela Merkel.

La utilización de la política económica como arma arrojadiza contra el mercado financiero y monetario se asienta sobre una serie de acuerdos caracterizados por su grandilocuencia, vacíos de contenido práctico y que se repiten con cierta frecuencia según sean las tensiones en los mercados de Deuda Pública y con un objetivo: ganar tiempo.

Las cumbres europeas que tratan de “salvar el Euro” se cuentan ya por decenas desde aquella que se celebró a principios de Mayo de 2010 y en la cual se dio por zanjado el problema “momentáneo” de liquidez por el que atravesaba Grecia.

El comportamiento de los Gobiernos europeos está equivocado de la cuna a la tumba. En vez de realizar una profunda labor reformadora de las instituciones económicas y políticas, se ha optado por la política del “recorte” como labor maquilladora y equilibradora a corto plazo de las cuentas públicas, ya que ésta es una de las exigencias de los inversores para seguir prestando a los deudores soberanos. Pero, ¿es cierta la confianza en el equilibrio de las cuentas públicas y el respeto al presupuesto que parecen impregnar las decisiones de política económica? Lamentablemente, la respuesta parece estar clara: no.

Desde el principio, la confianza en el gasto público para crear empleo dominó ampliamente tanto el ámbito político como económico. Para ello, se implantaron sendos programas de expansión del gasto público, generando fuertes desequilibrios presupuestarios. Los efectos sobre la economía no sólo no fueron los previstos, sino que la recesión se profundizó con cierta intensidad. A la expansión dramática del gasto público se unió el enorme crecimiento de la Deuda Pública debido a los programas de gasto y a la intervención (difícil de justificar) de bancos en situación de quiebra. Esta situación del Estado causó la desconfianza de los inversores, exigiendo un programa de reformas estructurales y un saneamiento de las cuentas públicas como condiciones necesarias para seguir prestando.

Ante la imposibilidad de seguir financiando los dispendios públicos, los Gobiernos europeos han trasladado sus presiones al BCE. El que antaño fuera el Bundesbank, se ha convertido en una mera máquina de pignoración de la Deuda Pública. Importa poco que el euro pierda cada vez mayor valor, ya que siempre estará presente su comparación frente al dólar. Sólo esta comparación nos debería poner en guardia y temernos lo que pueda pasar con la Moneda Única.

Javier Santacruz Cano, Doctorando en Economía

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