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¿El euro – integración fiscal o la salida de España?

(OroyFinanzas.com) – En España, como en muchos otros países, no se ha cumplido la regla de que los precios en los mercados de bienes y de trabajo puedan ajustarse al alza y a la baja desde hace años. En una recesión como la actual, los salarios y los precios no bajan lo suficiente como para recuperar la competitividad perdida.

De hecho, el ajuste requerido en los precios y salarios para que las empresas españolas salieran adelante sería de tal magnitud que lo calificaría de política y socialmente inviable. Una prueba de ello lo tenemos en el aumento de las manifestaciones y protestas de los últimos días ante, entre otras muchas medidas, la bajada del sueldo de los empleados públicos.

Al no poder reducir sus costes en la medida necesaria, muchas empresas despedirán a parte de su plantilla e incluso habrán de cerrar. Los trabajadores en paro podrán recibir el seguro, y luego el subsidio de desempleo, al menos por un tiempo; pero si la situación negativa de la economía persiste, el deterioro de las finanzas publicas será insoportable y hasta las partidas de gasto público que creíamos intocables tendrán los días contados.

Si a ello unimos la aún relativamente escasa disposición de los trabajadores a trasladarse a otros países de la Eurozona donde sí hay demanda de empleo, la situación macroeconómica y social sólo puede agravarse más.

Las opciones de España en el euro

Ante ello no cabe cruzarse de brazos. A pesar de no haber “hecho los deberes” en la época de bonanza, aún se puede salir de esta situación, si bien con sacrificios muy costosos. Según nos enseña la teoría económica convencional, tenemos dos salidas ante nosotros.

Una opción consistiría en profundizar en la integración fiscal en la Eurozona; lo que paliaría las debilidades institucionales con las que nació el euro y permitiría prestar fondos a los países en apuros financieros. Por falta de previsión, esta nueva “arquitectura del euro” se esta creando sobre la marcha. Un ejemplo de ello lo tenemos en la aprobación esta misma semana de la posibilidad que tendrá España de utilizar los fondos del rescate bancario sobrantes (hasta el límite de los 100.000 millones de euros) para comprar deuda publica española en los mercados primario y secundario, lo que sin duda bajará su coste.

Eso si, esa mayor integración y ayudas tiene sus condiciones y, claro está, su coste, en lo que se refiere a pérdida de soberanía presupuestaria y el acatamiento de los programas de ajustes de gasto dictados desde Bruselas. ¿O acaso iba a ser gratis?

Otra opción, la más drástica, pasaría por salir de la Eurozona, devaluar la nueva peseta y negociar la deuda con los acreedores internacionales. Esa devaluación claro que reduciría de un plumazo los costes y salarios reales nacionales, y además lo haría de una manera socialmente menos costosa.

Ello aliviaría la situación de las empresas y mejoraría, aunque sólo sea a corto plazo, su capacidad exportadora. Pero, para ser duradera y efectiva, esta vía habría de ir acompañada de unas rigurosas políticas fiscales y monetarias que aseguraran el equilibrio de las cuentas públicas, así como el control de la inflación a medio y largo plazo.

Lo cierto es que esta salida provocaría tal convulsión en el mercado nacional e internacional, que no alcanzo a estimar los costes de una vuelta a la peseta devaluada; pero seguro que la incertidumbre y falta de crédito acompañarían a la economía española durante mucho tiempo. En fin, una vía ciertamente difícil de gestionar y difícil de recomendar desde muchos puntos de vista.

Hay una última opción, la de permitir que sea la introducción de más mecanismos de mercado los que nos ayuden de una vez por todas a desarrollar políticas monetarias y fiscales sostenibles a medio y largo plazo.

Un grupo de investigadores, en línea con algunos otros, propusimos este mismo año la posibilidad de permitir la convivencia de varias monedas en la Eurozona, de modo que fuera la competencia entre ellas y la elección de los usuarios los que “disciplinara” a los oferentes de dinero. Esta vía bien merecería otro artículo [1]. Ahora bien, me temo que la competencia entre monedas no es una opción que los políticos parezcan si quiera valorar, al menos por el momento.

Juan Castañeda [2]

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