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Reducción de las tasas de interés: un error fatal

(OroyFinanzas.com) – Ayer en lo que pareció una acción deliberadamente concertada, tres de los más importantes bancos centrales del mundo lanzaron medidas que pretenden, se supone, ayudar a la recuperación económica. El Banco Popular de China recortó su principal tasa de interés por segunda ocasión en un mes, mientras que el Banco Central Europeo hizo lo propio bajándola a un récord histórico de 0.75 por ciento, y su tasa de depósitos a cero. Por su parte, el Banco de Inglaterra incrementó los alcances de su programa de compra de bonos (impresión monetaria) en 50 mil millones de libras (78,000 mdd) para llegar hasta 375 mil millones.

Estos estímulos cumplieron con lo que el consenso de los economistas esperaba para esta semana, sin embargo, lo que suponían sería recibido con agrado por los mercados, no dio los resultados deseados. No al menos a juzgar por los índices bursátiles que, en toda Europa y América, terminaron mayoritariamente en números rojos. Tampoco por los rendimientos de los bonos soberanos italianos y españoles a 10 años, que se dispararon respectivamente 3.66 y 5.71%.

El oro y la plata también cayeron, cuando las alzas de los días previos habían sido argumento para que los especialistas, especularan sobre la inminente reducción de tasas e impresión de billetes que, debemos decirlo, continuará beneficiando a largo plazo al mercado alcista mayor en que se encuentra la dupla de metales preciosos.

El gran ganador como suele ocurrir en estos casos, fue el dólar estadounidense que vio surgir su índice (DXY) en 1.24%, mientras los rendimientos de los bonos del Tesoro se siguieron comprimiendo.

Lo revelador de estos movimientos coordinados, no es solo que tengan reacciones adversas, sino que constituyen evidencia clara, para el que lo quiere ver, de que los tomadores de decisiones no tienen la mínima idea sobre lo que deben hacer para “estimular” el crecimiento económico. La única receta que conocen –reducir tasas y expandir sus hojas de balance, no solo es vieja sino que además ha demostrado su rotundo fracaso.

De ahí que el mercado las rechace por una razón fundamental: no resuelven el problema de fondo de países que, en lugar de perder el tiempo con rescates inútiles, deberían componer sus finanzas reduciendo drásticamente sus gastos, sí, pero sobre todo enfrentando la dura realidad de que no podrán pagar sus obligaciones. Jugar por más años a que se puede apostar con más dinero barato y derrochándolo, sin que al final los acreedores asuman pérdidas colosales, es un callejón sin salida. El quebrado, debe quebrar de una vez y no prolongar su agonía.

No olvidemos que todas estas medidas ya fueron probadas desde el inicio de la recesión global en 2008, y en el mejor de los casos, provocaron un rebote de una economía de “gato muerto”. Los esfuerzos fueron liderados desde entonces por la Reserva Federal de Estados Unidos que, podemos asegurarlo, volverá a actuar con flexibilizaciones cuantitativas ad infinitum. La situación fiscal de aquella nación es tan adversa, que cuando estalle esa bomba de tiempo hará que la crisis europea parezca un juego de niños.

¿Por qué entonces si en el fondo saben que no funcionará, repiten sin cesar las mismas decisiones? Muy sencillo. El temor supremo de los bancos centrales es la deflación (contracción del crédito) que, por desgracia, no tiene cura. El remedio para la deflación es la deflación misma, que será la consecuencia inevitable de la mayor borrachera inflacionaria (de expansión crediticia) que haya existido en la historia humana. El péndulo, siempre, tiene que regresar al lado opuesto.

Querer presionar a los entes financieros a que presten y a los individuos y empresas a que se endeuden, es un absurdo. Más deuda no solucionará un problema de sobreendeudamiento. En cambio, la manipulación de tasas a niveles ínfimos, como es el caso, solo alentará la especulación (burbuja) en el mercado de bonos considerados “libres de riesgo” (como los treasuries), que redundará en el empeoramiento de la deflación que se quería evitar [1]. De ahí que la reducción artificial de tipos de interés, que en un mercado libre serían muy distintos, quedará marcada, como un error fatal.

Guillermo Barba

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