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Marion Mueller en El Correo y el declive del precio del oro

(OroyFinanzas.com) – El precio del oro sufrió el pasado lunes [1] el mayor batacazo desde los años 80. Se dejó casi un 9% en la sesión, que se sumó al 4% perdido el viernes anterior. Una caída de más de 200 dólares en solo dos jornadas que dejó la cotización en 1.355 dólares la onza, un mínimo desde principios de 2011. Aunque en los días posteriores ha recuperado una parte, los nervios están a flor de piel y el debate en torno a su futuro se ha acalorado.

Monedas de oro de la India

Para un sector, el brusco desplome demuestra que el ciclo alcista toca a su fin tras más de una década de burbuja dorada. Para los que veneran el metal precioso como guardián del poder adquisitivo frente a los devaneos de los bancos centrales, los denominados ‘gold bugs’ [2] (escarabajos de oro, en inglés), no es más que una corrección. Sospechan incluso que fruto de una conspiración orquestada desde la Reserva Federal.

El oro marcó su récord en septiembre de 2011, cuando alcanzó los 1.923 dólares por onza troy. Era el punto álgido de una escalada que se remonta al año 2000 y en la que el precio se ha llegado a multiplicar por siete. La crisis financiera, que comenzó con el estallido de las hipotecas ‘subprime’ en 2007, aceleró la tendencia alcista porque el metal precioso es el activo refugio por excelencia. En los tiempos difíciles es cuando más brilla. Su esplendor ha llegado incluso a pie de calle, al proliferar los establecimientos de ‘compro oro’ donde las familias venden sus joyas para obtener algo de liquidez.

A partir de esa cota, su cotización comenzó a descender muy lentamente… Hasta los estrepitoso porrazos del viernes y el lunes. Conforme se van conociendo más datos de esas jornadas, más claro queda que el oro fue objeto de un ataque especulativo de manual. Se utilizó la misma operativa de apuestas a la baja con la que se ha golpeado la deuda española e italiana durante la crisis, aprovechando momentos de gran desconfianza. Se trata de las temidas ventas a corto, que consisten en poner a la venta un activo que se toma prestado para desatar el pánico, tumbar el precio, y después recomprarlo más barato.

El primer golpe tuvo lugar en el mercado de Nueva York, en la apertura de la sesión. Un inversor desconocido puso a la venta, a través de futuros con vencimiento en junio, 100 toneladas de oro. El efecto fue demoledor y el baile no había hecho más que empezar. Dos horas después se ponían sobre la mesa 300 toneladas. En total, 400 toneladas (el 15% de la producción minera anual), valoradas en 20.000 millones de dólares. Imposible de digerir. Como buscaba el artífice del ataque, cundió el pánico. Se dispararon las órdenes de venta automáticas que saltan al caer el precio por debajo de un determinado nivel. Los medios de comunicación se llenaron de crónicas sobre el final de la década dorada.

Sin rastro de inflación [3]

Lo que hizo el especulador fue aprovechar la incertidumbre que empieza a surgir en torno al oro para dar el golpe. Porque dudas hay muchas. Cada vez más. En primer lugar, des de principios de año hay una menor aversión al riesgo y, por tanto, menos necesidad de un refugio. Prueba de ello es la evolución de las bolsas en Estados Unidos, que alcanzaron la semana pasada máximos históricos impulsadas, en gran medida, por la masiva liquidez inyectada por la Reserva Federal.

Por otro lado, las políticas expansivas de los bancos centrales no están generando, por ahora, los temidos efectos inflacionarios contra los que el oro sirve de protección. Encima se ha filtrado la intención de la Reserva Federal de echar el freno a su programa de imprimir dinero para comprar bonos y otros activos, conocido como ‘quantitative easing’ [4]. Aunque Japón ha anunciado su disposición a tomar el testigo y regar su estancada economía de liquidez [5].

Además de los planes de la Reserva Federal, se sumaron otros factores que pusieron en bandeja el ataque especulativo. Entre ellos cabe destacar el informe de Goldman Sachs, que tras proclamar en marzo el fin del mercado alcista del oro [6], la semana pasada recortó su precio objetivo. Y no es un banco de inversión cualquiera, sino uno de los más respetados y mejor conectados con el Gobierno. Secundaron su recomendación Société Générale y Credit Suisse, otros pesos pesados del mercado.

Otro elemento clave fue la posibilidad de que Chipre vendiese sus reservas de oro [7] para pagar la factura del rescate. Solo se trataba de 10 toneladas, una cantidad insignificante, pero suscitó el temor a que otros países en dificultades como España o Italia siguieran sus pasos.

A todo ello se sumó el decepcionante dato sobre el crecimiento en China, que en el primer trimestre se desaceleró hasta el 7,7%. El gigante asiático es uno de los principales demandantes de oro y, en general de todas las materias primas.

«La filtración de la Reserva Federal, el informe de Goldman Sachs… Me cuesta creer en conspiraciones, pero hay mucha gente importante interesada en hacer caer el oro para que no se perciba la devaluación del papel-moneda por la liquidez inyectada», señala Iñigo Arriaga, fundador de Dinoro, una empresa que vende lingotes por Internet.

En la misma línea, Marion Mueller, editora de ‘Oroyfinanzas.com’ y vicepresidenta de la Asociación Española de Metales Preciosos [8], opina que «el precio del oro es un chivato que alerta de que la economía no va bien. No se sabe a dónde nos va a llevar la borrachera de liquidez de los bancos centrales. La economía real no se ha reactivado. Solo ha servido para impulsar las bolsas».

En el extremo opuesto a los ‘gold bugs’ [2], el Nobel Paul Krugman considera que la caída del oro demuestra que se equivocan [9] quienes abogan por detener los estímulos monetarios y fiscales con el argumento de que generan inflación. En definitiva, tras el precio del oro subyace un debate económico de gran calado y solo el tiempo y su evolución determinarán quién tiene la razón.

Publicado en El Correo [10]

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