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Consecuencias del racionamiento y los controles de precios en Venezuela

(OroyFinanzas.com) – Venezuela se ha convertido, tristemente, en una economía intervenida “de la cuna a la tumba”, en la cual la escasez de productos de primera necesidad cunde cada vez más. Las últimas noticias a las que OroyFinanzas.com ha accedido es la práctica desaparición de productos básicos de aseo como es el papel higiénico [1].

Mapa politico de Venezuela con bandera

Este hecho no es una mera anécdota, ni tampoco un hecho aislado. En las últimas semanas, la escasez de leche, café o mantequilla ha llevado a las autoridades a buscar a la desesperada estos bienes para evitar un estallido social.

A raíz de esta situación, muchos analistas económicos y políticos se han hecho la misma pregunta: ¿Cómo es posible que Venezuela, un país con una gran riqueza natural basada en enormes pozos de petróleo, pueda llegar al desabastecimiento de productos de primera necesidad? En esta pregunta subyace un pensamiento muy común entre muchos economistas y en la casi totalidad de los no-economistas: la riqueza o pobreza de recursos naturales condiciona la riqueza o pobreza de un país.

Durante décadas, la mayor parte de los economistas sucumbieron ante esta tentadora idea: un país es más rico o más pobre en función de la dotación de recursos naturales que posea. En este sentido, los países que carecieran de recursos naturales valiosos –grandes caladeros pesqueros, tierras fértiles, minas de metales preciosos, carbón o petróleo- estarían condenados a la pobreza, a menos que se establecieran mecanismos de apoyo en forma de subvenciones por parte de los países desarrollados.

Esta teoría en la que se basó la economía del desarrollo dominante hasta los años noventa se empezó a resquebrajar muy pronto, cuando países y ciudades-Estado como Hong Kong, Singapur, Corea del Sur, Taiwan o los países nórdicos se convirtieron en potencias económicas de primer nivel con una riqueza natural mínima. Por ejemplo, Hong Kong o Finlandia tienen un 0% de su superficie apta para el cultivo. A estas experiencias se les unió en los años ochenta dos nuevas: las Islas Mauricio y Botswana.

Gracias a los trabajos de los economistas Acemoglu, Robinson o Dani Rodrik conocemos cuáles son las verdaderas causas de la riqueza de las naciones: son las instituciones, tanto políticas como económicas las que condicionan el desarrollo. Esta conclusión, sin embargo, no es más que la actualización de lo que dijo el viejo maestro Smith allá por el siglo XVIII: la división del trabajo, la formación y expansión de los mercados y el dinero como elemento favorecedor.

He aquí la respuesta a la pregunta que nos hacíamos sobre Venezuela. Este país, a pesar de contar con enormes recursos petrolíferos, sufre desabastecimiento, carestía y pobreza. Venezuela cuenta con unas instituciones políticas pésimas –corrupción, nula separación de poderes, fraude electoral, violación de los derechos fundamentales o inseguridad jurídica- y con unas instituciones económicas todavía peores –nulo respeto a la propiedad privada, ausencia de cumplimiento de los contratos, controles de precios, racionamiento, fronteras prácticamente cerradas o un régimen fiscal confiscatorio-.

Esta mezcla de malas instituciones políticas y económicas hace que Venezuela esté sumida en la pobreza y cuya supervivencia depende de la fortaleza de la economía sumergida. En muchas sociedades, el sostenimiento de las antiguas clases medias y de las clases bajas depende, en gran medida, de la extensión y la fuerza que pueda tener el mercado negro generado por el racionamiento y los controles de precios.

El caso que les exponemos de la carestía de papel higiénico es un ejemplo más de las consecuencias de este tipo de regímenes convergentes al autoritarismo. Por eso, no es de extrañar que los gobernantes fabriquen enemigos exteriores para evadir su responsabilidad y no mostrarse como lo que verdaderamente son: élites extractivas cuyo enriquecimiento se hace a costa del empobrecimiento de sus ciudadanos.

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