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Adrián Ravier sobre el origen del dinero y su valor

(OroyFinanzas.com) – Adrián Osvaldo Ravier (Buenos Aires, 1978) es uno de los economistas liberales más destacados en la Argentina y, de forma especial, en todo el mundo de habla hispana. Es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Máster en Economía por la Escuela Superior de Economía y Adminstración de Empresas ESEADE de Buenos Aires y Licenciado en Economía por la Universidad Nacional de Buenos Aires.

En la actualidad es profesor de Economía en la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala, en la Universidad Nacional de La Pampa en la Argentina y en los cursos de posgrado del Swiss Management Center University en Suiza. Anteriormente ejerció la docencia en la Escuela ESEADE, en la Universidad Católica Argentina o en la Universidad de Buenos Aires, entre otras.

En su carrera académica y profesional, ha recibido varios galardones, siendo uno de ellos el Primer Premio del Hayek Essay Contest de la Mont Pèlerin Society en 2006. Es autor de libros como “Lecturas de Historia del Pensamiento Económico” (Unión Editorial, 2012), “Elementos de Economía Política” o “En busca del pleno empleo. Estudios de macroeconomía austríaca y economía comparada” (Unión Editorial).

En esta entrevista concedida a Javier Santacruz Cano, Adrián Ravier realiza un análisis muy detallado, pormenorizado y riguroso de los elementos que configuran la Teoría Monetaria, el sistema de Banca Central, las reglas de política monetaria y la inflación. Como primera parte, el entrevistado mostrará la relevancia del dinero, surgido de un orden espontáneo y con multitud de cualidades que le hacen tener una posición privilegiada (y también codiciada) dentro del sistema económico.

(OroyFinanzas.com) –Para usted, ¿qué es el dinero? ¿Qué papel juega el dinero en la sociedad de hoy?

La historia del pensamiento económico, y también la historia monetaria y bancaria, son de suma utilidad para responder a esta pregunta.

Desde los escritos de Carl Menger -y quizás antes con John Law o Richard Cantillon-, los economistas aprendimos que el origen del dinero se encuentra en los órdenes espontáneos. En pocas palabras, el dinero –al igual que el lenguaje, el comercio, el derecho entendido como common law, o el proceso de globalización- surge espontáneamente en el mercado para resolver las ineficiencias del trueque.

La historia monetaria y bancaria muestra que en sus comienzos el dinero era una mercancía. Azúcar en el Caribe, ganado en Grecia, cobre en Egipto, sedas en Persia, clavos en Escocia, piedras talladas en África, constituyen algunos ejemplos de este proceso. Menger explica que “estos bienes constituían, e incluso siguen constituyendo hoy día, los principales artículos del comercio y que, por tanto, y al igual que en el caso de las pieles entre los pueblos cazadores, tenían la máxima capacidad de venta.”

Tras un proceso de prueba y error, los metales preciosos –en especial el oro y la plata- fueron elegidos por la gente como las mercancías que podían cumplir mejor la función de dinero.

Quedaba, sin embargo, un problema. La dificultad de transportar estas mercancías. Tal es así que surgen los primeros bancos, en forma de casas de depósitos, donde la gente depositaba los metales, recibiendo “sustitutos monetarios perfectos” o simples recibos como contrapartida.

Al comienzo esos recibos eran nominales, con nombre y apellido. El depositante se presentaba al banco en cualquier momento y podía retirar los metales depositados, con el recibo mencionado. Pero luego fueron al portador, lo que permitió que los “sustitutos monetarios perfectos” o recibos comiencen a circular como medio de pago en todo tipo de transacciones.

No pasó mucho tiempo, para que los banqueros advirtieran que la gente no retiraba los metales. Y entonces comenzaron a desarrollar la práctica bancaria bajo un sistema de reserva fraccionaria.

Esto en sí mismo encierra un debate central entre dos grupos de economistas austriacos: de un lado, como críticos del encaje fraccionario, Murray Rothbard y Jesús Huerta de Soto; del otro, como defensores de las reservas fraccionarias, aunque críticos del banco central como monopolio de emisión, Lawrence H. White y George Selgin. Pero lo cierto es que en ciertos lugares, como en Escocia, el sistema fue muy estable. Había un sistema de compensación bancaria que hacía que aquellos bancos que imprimían dinero en exceso quebraran y fueran eliminados del mercado. La banca competitiva, descentralizada, con reserva fraccionaria que existió en aquel lugar fue quizás lo más cercano a la banca realmente libre que supo mostrarnos la historia de la humanidad.

Esta posición ha sido poco estudiada en el mundo hispano, aunque esto poco a poco está cambiando, gracias al esfuerzo del economista español José Antonio de Aguirre, quien acaba de traducir un libro de George Selgin al español. También hay que reconocer el trabajo de Nicolás Cachanosky, quien acaba de publicar en New Perspectives of Political Economy una clara demostración de la estabilidad endógena que existiría bajo un sistema de free banking con reservas fraccionarias. En resumidas cuentas, lo que importa no es el encaje total o parcial, sino la existencia de competencia o los monopolios de emisión.

Aquel sistema de Escocia precisamente se derrumbó cuando los gobiernos fueron advirtiendo que el negocio bancario podía servir a sus prácticas. Se monopolizó entonces la emisión de billetes bancarios, y a partir de entonces los bancos comerciales sólo pueden recibir depósitos y otorgar préstamos con el dinero que emiten los gobiernos.

Hans Sennholz decía que entregar el dinero a los gobiernos es como entregarle un canario a un gato hambriento. Los incentivos son perversos, y muchos economistas han sabido identificar aquel nacionalismo monetario como la causa central de la inestabilidad que durante todo el último siglo ha sufrido la economía mundial.

El sistema patrón oro con banca competitiva fue reemplazado entonces por otro sistema, denominado patrón oro clásico. En este caso, los bancos centrales controlaban la oferta de dinero en forma monopólica, pero aun se respetaba cierta relación con el oro.

Pero esto cambió con la primera Guerra Mundial, cuando los gobiernos abrieron la puerta de la voracidad fiscal, y requirieron de los bancos centrales para monetizar los déficits públicos. El sistema Patrón oro clásico cambió entonces por un sistema seudo Patrón oro, y al poco tiempo, los bancos centrales abandonaron toda posible convertibilidad de sus billetes bancarios con el metal. Estados Unidos, con Nixon como Presidente, fue el último país cuya autoridad monetaria declaró inconvertibles sus billetes bancarios. Se abrió así las puertas al dinero fiat [1], que como indica su palabra, sólo se basaba en confianza.

Quizás el lector piensa a estas alturas que estoy evadiendo la pregunta. Pero no es así. Es que no hay otra forma de responderla. En su momento el azúcar, el ganado, el cobre, las sedas, los clavos o las piedras talladas eran dinero. Pero hoy ya no lo son. En su momento, el oro y la plata eran dinero. Hoy tampoco lo son. Hoy denominamos dinero a los billetes bancarios que imprimen los gobiernos, apoyados sobre la imposición de un curso forzoso y legal que la sociedad pasivamente acepta.

Si debemos definir el dinero, debo mencionar dos características centrales, siguiendo a Carl Menger: la primera es su aceptación generalizada. Si la sociedad rechaza a ciertos bienes como medio de pago, entonces estos bienes no pueden jugar el rol de dinero. La segunda, es la liquidez. Y es que la sociedad aceptará el dinero como medio de pago, en la medida que esta pueda ser convertible más tarde a otros bienes y servicios con cierta rapidez.

Lo dicho, sirve para concluir que tal como sostenía Menger el dinero es aquello que la gente demanda, no para consumirlo, sino para realizar un intercambio posterior.

Definido el dinero, es fácil también comprender su función central. Hoy no podríamos vivir en una sociedad de división del trabajo sin dinero. Imagínese las dificultades que tendría yo mismo para comprar un kilo de carne en el mercado. Debería decirle al carnicero: “Señor, le propongo un intercambio. Ud. me da un kilo de carne, y yo le explico la ley de demanda.” ¡Sería insólito!

Es correcto decir que el papel moneda es un dinero malo, o inestable, pero es dinero al fin. Al menos, mientras la gente lo siga demandando para sus transacciones diarias.

Ahora mismo estamos viendo un escenario muy interesante, puesto que se avecina un cambio en el orden económico mundial, donde podría haber un reemplazo de este patrón dólar, por algún dinero respaldado en mercancías como el oro, o bien, un sistema de competencia de monedas o un dinero electrónico al estilo bitcoin [2].

Este artículo forma parte de una serie de entrevistas semanales con los economistas mas destacados de España y Latinoamérica sobre el dinero, la política monetaria y el sistema financiero. Para leer las otras entrevistas actualizaremos esta página todas las semanas “Entrevistas sobre el dinero, la política monetaria y el sistema financiero [3]“.

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