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Consecuencias políticas y económicas en la cuestión de Gibraltar

(OroyFinanzas.com) – Gibraltar es uno de los fantasmas más antiguos de la política exterior de España, exactamente de tres siglos de duración. Es un muerto que, con cierta frecuencia, vuelve a la vida para luego después volver a ser enterrado.

Verja de Gibraltar

En las últimas dos semanas, el conflicto ha vuelto a agravarse tras el lanzamiento de bloques de cemento con objetos punzantes incorporados –una especie de “erizos” de cemento– en las aguas que rodean el Peñón y el Campo de Gibraltar. Estas aguas son españolas de pleno derecho y son el caladero habitual para las cofradías de pescadores gaditanas próximas a la zona.

Este hecho provocó, semanas atrás, la protesta de los alcaldes de la zona y, un tiempo después, la protesta formal del Gobierno de España por boca del canciller ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo. Sin embargo, las declaraciones del ministro Margallo fueron más allá de la repulsa a este acto: denunció la situación de acoso que, a su juicio, lleva practicando la colonia británica sobre los habitantes de la Línea de la Concepción y Campo de Gibraltar desde hace años.

La actitud del ministro de Exteriores se interpreta de forma acertada como un golpe encima de la mesa y la reversión en la postura que mantiene España desde los tiempos de Zapatero. Tras el nombramiento del gobierno socialista en 2004, la cuestión de Gibraltar volvió a surgir tras la creación de una Comisión Tripartita en la que los gobiernos español y británico dieron carta de naturaleza y posición negociadora al gobierno de la colonia, cosa que el gobierno español nunca había tolerado.

Desde entonces, Gibraltar se comporta en la práctica como un país independiente en lo político pero incapaz de desenvolverse por sí solo en materia económica. Posee una fuerte dependencia del Reino Unido; sin embargo, el sustento básico de cada día lo sigue aportando España en materia de comunicaciones, infraestructuras y mano de obra.

La cuestión de Gibraltar no es sólo un problema de naturaleza económica o política. Es un problema gangrenado desde hace exactamente 300 años tras la firma del Tratado de Utrecht. Tras los procesos de descolonización en África, Asia, América y Oceanía, Gibraltar pasa por ser la única colonia existente y un anacronismo dentro del mundo desarrollado. En este momento, su continuidad depende del desarrollo de negocios ilícitos como son el narcotráfico, el contrabando de tabaco, el tráfico de armas y el lavado de dinero. Sobrevive, en definitiva, gracias a su carácter de “paraíso fiscal”.

En virtud de lo establecido en el Tratado de Utrecht, el territorio británico comprende, exclusivamente, la Roca y las aguas que la rodean. Sin embargo, las autoridades llanitas se han apropiado poco a poco del istmo que conecta la Roca con tierra firme y las aguas aledañas. En este sentido, Gibraltar se ha apropiado de un territorio que no es suyo y unas aguas que tampoco son suyas y, las cuales, han sido objeto de ataque con estos bloques de hormigón punzantes y el ataque continuo de la Policía de Gibraltar a la Guardia Civil española.

La apropiación de territorio español llega más allá. El aeródromo llanito –no puede calificársele de aeropuerto por la violación de las normas de seguridad aérea internacionales– está asentado sobre tierras no incluidas en Utrecht y, por tanto, ampliadas de forma posterior por Inglaterra. Es uno de los aeródromos más peligrosos del mundo, en el cual los aviones –principalmente de British Airways– interrumpen el tráfico de una de las principales avenidas del Peñón, estando separado a una ridícula distancia de 500 metros de las viviendas más próximas.

La ampliación de este aeródromo, originalmente de uso militar, se hizo con el consentimiento y aprobación del gobierno español mediante unos Acuerdos firmados en Córdoba, en los cuales se establecía un uso conjunto hispano-inglés. Poco tiempo después, Gibraltar rompió estos Acuerdos y se ha apropiado del uso y disfrute del aeródromo.

Desde el punto de vista económico, Gibraltar genera actividad económica gracias a tres cuestiones: primera, el conjunto de privilegios fiscales y financieros que atesora; segunda, su carácter de base militar y tercera, la existencia de un “infierno fiscal” consolidado desde hace más de treinta años en la Comunidad Autónoma de Andalucía y que, entre otros resultados, ha sumido al Campo de Gibraltar en una tasa de paro del 40%, de las más altas del mundo.

Muchos analistas cometen un error de calado en este campo. La existencia de unas élites que destruyen la riqueza y han consolidado unas malas instituciones económicas en el Campo de Gibraltar, no son la causa de que Gibraltar sea próspera. El carácter parasitario de Gibraltar es anterior a todo esto, incluso cuando las comarcas limítrofes a Gibraltar poseían cierto grado de prosperidad y Gibraltar sufría escasez y pobreza.

No es menos cierto que una parte de la solución radica en la reforma de las instituciones políticas y económicas de Andalucía y, de esta forma, plantar cara en el terreno económico a la colonia británica. Una mayor competencia, menores impuestos y adelgazamiento de la Administración son puntos clave para atraer capitales y recursos económicos que, en la actualidad, se dirigen al Peñón. Sin embargo, ésta no es la parte más importante en la solución al conflicto, puesto que el origen del problema es puramente nacional.

A pesar de su carácter de paraíso fiscal, Gibraltar posee una gran debilidad en lo que a suministros básicos se refiere. La Roca sólo posee capacidad de producir agua potable para día y medio y sus reservas sólo alcanzan para quince días. El suministro de electricidad se interrumpe constantemente, puesto que la capacidad de generación de las tres centrales existentes es muy limitada y tienen que recurrir a generadores auxiliares. Los cortes de luz afectan muy especialmente a la industria del juego, la cual tiene en Gibraltar uno de sus puntales más importantes.

Los problemas diarios de la Roca también se extienden a las comunicaciones por vía telefónica. En este campo, la dependencia de España es todavía mayor, ya que en tiempos del ministro de Exteriores Josep Piqué se le concedieron totalmente gratis 70.000 líneas telefónicas. Por último, las valijas de correo y los suministros de alimentos proceden de las Islas Británicas diariamente y en muchas ocasiones con problemas de escasez en los supermercados.

La importancia del factor económico es extraordinaria. A pesar de esto, el principal frente de actuación ha sido, es, y seguirá siendo, la diplomacia. En este campo, la superioridad de España es muy notable desde el triunfo diplomático conseguido ante las Naciones Unidas en 1967. El canciller de España, Fernando María Castiella y el embajador de España ante la ONU, Jaime de Piniés, fueron los artífices de una Resolución en la que se obligaba a Reino Unido a iniciar el proceso de descolonización. Reino Unido hizo oídos sordos a esta Resolución, convocó un referéndum ilegal en Gibraltar y provocó que el régimen de Franco decretara el cierre de la Verja –el cierre total de la frontera– en el mismo año 1967.

Desde ese momento, la posición de España ha ido debilitándose gracias a los constantes errores cometidos por los distintos gobiernos en materia de política exterior. La apertura de la Verja en 1982 fue un acto de sometimiento al chantaje británico en un momento en el que se estaba negociando la entrada de España en la Comunidad Económica Europea. España decidió amilanarse ante los deseos ingleses por miedo a no entrar en Europa, cosa del todo imposible dada la fortaleza de los aliados de España y su posición contraria al mantenimiento de la colonia de Gibraltar.

Tras la apertura de la Verja, la pobreza y miseria en que vivía Gibraltar se transmutó en riqueza y poderío frente a las comarcas españolas limítrofes. Durante treinta años, los sucesivos gobiernos han cedido poco a poco parcelas de soberanía y han renunciado a dar una batalla que, en el terreno internacional, está ganada. Sólo la posición de dos ministras de Exteriores, Ana de Palacio y Trinidad Jiménez, ha corregido el rumbo de España.

Gibraltar, como se ha dicho anteriormente, es un muerto que vuelve frecuentemente a la vida. Suele resucitar cuando surgen problemas internos en el Peñón y cuando la posición de debilidad de España es manifiesta. La crisis política en la que está sumido el ministro principal de Gibraltar Fabián Picardo es el contexto perfecto para volver a abrir viejas heridas que, desde hace muchos años, deberían haberse cerrado.

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