¿Puede la política fiscal reducir la intensidad del ciclo económico?

Flecha con crisis

(OroyFinanzas.com) – Una de las grandes controversias de la política económica es hasta qué punto la aplicación de una política fiscal anticíclica, como una bajada de impuestos o una subida del gasto público, podría contribuir a salir de situaciones de recesión o de depresión económica como la actual. La intuición básica de los que defienden medidas anticíclicas es que, si aumenta el gasto público, crece la demanda de bienes y servicios de la economía, lo que estimulará la producción y el nivel de empleo. En la misma línea, si se bajan los impuestos, la renta disponible de los hogares y las empresas será mayor, lo que también contribuirá a elevar la demanda agregada (mediante un aumento del consumo y de la inversión) y a mejorar las expectativas de venta de las empresas. La eficacia de este círculo virtuoso depende crucialmente de un fenómeno conocido como el multiplicador y de lo lejos que la economía esté de su nivel de producción de pleno empleo. Hoy reflexionaré sobre el primero de estos dos asuntos.

La idea que subyace al multiplicador es que una variación del gasto público (o del nivel de impuestos) genera, vía subidas/bajadas de la demanda agregada, una variación proporcionalmente mayor del nivel de actividad económica (y, con ello, del empleo). Por ejemplo, si el gasto público baja en 1.000 millones de Euros, la medida generaría inicialmente una caída en la demanda agregada por ese mismo valor (porque el sector público compra menos bienes y servicios), empeorando las expectativas de venta de las empresas, que tenderían a invertir menos y a contratar menos mano de obra, lo que a su vez obligaría a reducir el consumo y se reproduciría de nuevo el ciclo completo. El resultado final sería una disminución del nivel de actividad económica superior a los 1.000 millones recortados inicialmente.

Cuando de lo que se trata es de subir el gasto público (o de reducir los impuestos), el fenómeno es simétrico, pero en la dirección opuesta: bien porque el sector público compra más bienes y servicios, bien porque las familias disponen de más renta, la demanda agregada aumenta, provocando una mejoría de las expectativas de venta que lleva a las empresas a aumentar su inversión. Como consecuencia de todo el proceso, el aumento inicial del gasto o la disminución de impuestos por valor de 1.000 millones de Euros generaría un aumento de la producción superior a esa cantidad.

¿Tiene lugar efectivamente este proceso que acabamos de describir? Los macroeconomistas discrepan acerca del signo e importancia de multitud de elementos implicados en el funcionamiento del efecto multiplicador. Por ejemplo, discrepan acerca de hasta qué punto los aumentos de gasto público se trasladan directamente a los precios (generando inflación) o en qué medida la política fiscal expansiva financiada con endeudamiento es sostenible en el medio y largo plazo con el actual funcionamiento de los mercados de capitales. Sin duda, la respuesta que se dé a estas y otras cuestiones es fundamental a la hora de diseñar una eventual política fiscal anticíclica. Pero veamos qué nos dice la evidencia empírica al respecto.

Aunque es cierto que los resultados de las distintas investigaciones son diversos, y que el tamaño de los multiplicadores varía notablemente (no nos engañemos, la Economía no es una ciencia exacta y los investigadores de corte más liberal tienden a encontrar –oh, sorpresa- multiplicadores más pequeños que los investigadores de corte keynesiano), también lo es que la evidencia disponible sugiere la existencia de multiplicadores positivos y superiores a la unidad. Es decir, que las variaciones de la actividad económica son proporcionalmente mayores a las del gasto público o los impuestos. Y, aparentemente, los multiplicadores son mayores a medida que pasa el tiempo. Dicho de otro modo, parece claro que el signo de la política fiscal tiene un impacto sobre el nivel de actividad económica, y en cambio no está nada claro que la política fiscal expansiva se traslade enteramente a los precios, neutralizando el efecto positivo anterior. No al menos cuando estamos tan lejos del nivel de pleno empleo.

Según lo que nos muestra la evidencia, ¿qué podemos esperar de la política fiscal procíclica (disminución del gasto y subidas de impuestos) que se está aplicando en la actualidad? En principio, cabría esperar una caída de los niveles de actividad económica y de empleo, al menos en el corto y medio plazo. Pero entonces, ¿por qué no se aplican medidas anticíclicas para estimular la producción y el empleo? La respuesta ya la saben ustedes: los mercados de capitales y las instituciones internacionales que supervisan nuestra política fiscal no están muy de acuerdo con estas líneas que acaban de leer.

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Sobre el autor

Ana Herrero
Analista de OroyFinanzas.com, es profesora de la UNED, donde imparte docencia de Economía, Economía del Estado del Bienestar y Hacienda Pública Descentralizada.
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