(OroyFinanzas.com) – Cuando hace unos años alguien planteaba introducir más competencia en el mercado de la generación de dinero, o bien directamente no se le prestaba ninguna atención o se recurría al manido argumento de que la competencia monetaria, cuando la hubo, generó inestabilidad y recurrentes crisis financieras. De ahí que se planteara en muchos países la creación de un banco central nacional, y el monopolio de moneda asociado, como un paso hacia la creación de un sistema monetario considerado moderno. Así ocurrió con la creación del banco central de EEUU, la Reserva Federal, en 1913. Ese paso hacia la modernidad era entendido en un contexto en que se suponía que la autoridad económica, el banco central, era capaz de regular la creación de medios de pago de manera que pudieran prevenirse las crisis financieras del pasado, o al menos minorar su impacto. Si ya antes de la crisis financiera reciente ese argumento era más que discutible, ahora se hace muy difícil sostenerlo así como negarse a discutir las alternativas al sistema actual.
La introducción de más competencia en el mercado de la creación de dinero no ha de llevarnos al caos monetario, como muchos aún creen, sino todo lo contrario. Tampoco pasa necesariamente por una suerte de ‘revolución monetaria’; no veo por qué haya de hacerse desaparecer completamente el dinero actual y ser sustituido de la noche a la mañana por una miríada de emisores privados de diferentes medios de pago. Los costes de transición al nuevo sistema serían muy altos, así como ciertamente complejo y costoso realizar las operaciones normales de mercado en ese escenario de múltiples monedas y precios. De hecho, cuando hubo competencia monetaria, convivían a lo sumo dos o tres monedas, y su uso estaba bastante diferenciado en función de la naturaleza de la operación a realizar: una moneda de menor valor era destinada para los pequeños pagos del día a día, otra de mayor valor para el pago de grandes sumas e impuestos en el país y una tercera era destinada a operaciones con terceros en el resto del mundo.
Se puede introducir más competencia gradualmente. Con sólo eliminar la cláusula de dinero de curso legal [1] de la moneda nacional (estatal) al menos se abriría este mercado a posibles competidores, lo que permitiría la creación de un mercado abierto y disputable, en el que podrían competir el banco central nacional y otros emisores privados por la provisión del mejor medio para realizar intercambios y diferir pagos (un ejemplo aquí [2]). En un sistema abierto a la competencia, los emisores de monedas tendrían incentivos para asociarse y formar clubes de emisión de moneda con los que proveer por si mismos los servicios esenciales para el mantenimiento (1) del poder de compra de la moneda y (2) la fiabilidad de los pagos hechos con ella en el mercado.
Si el Estado quisiera seguir monetizando sus déficits fiscales con más emisiones de su moneda, la respuesta de los usuarios sería desprenderse de ella; lo que se reflejará en una depreciación de la moneda estatal y en la consiguiente pérdida de las ganancias por señoreaje de emisión del Estado en favor del resto de competidores. Ello sería sin duda el mejor incentivo para abandonar tales políticas inflacionistas que acaban por deteriorar la calidad de la moneda.
Fuente: theoldladyofthreadneedlestreet.wordpress.com [3]
(**) G. Selgin, profesor experto en competencia monetaria, dará una charla en Madrid el 2 de Octubre [4], en la Fundación Rafael del Pino.
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