(OroyFinanzas.com) – La muerte del gran economista David Taguas Coejo me pilla en mi residencia de Inglaterra. A estas alturas, aún no me puedo creer lo que ha pasado. Espero ser capaz, en las próximas líneas, de escribir algo decente y, sobre todo, de dar una ínfima parte de todo lo que él me ofreció a mí. No se trata de un obituario, el arte que el maestro Campmany inauguró con César González-Ruano. Quiere significar, cada palabra, una sola: ¡GRACIAS!
La última conversación con David fue hace unas horas. Ayer fue entrevistado en la Cadena SER y de camino a su despacho me comentó que se sentía mal y que iba a echarse un rato. Unas horas después, me llamó contándome que tenía un cólico, pero que ya se encontraba mejor. Quería hablar con su hijo mayor, David, el cual es médico y se encontraba en Nueva York a visitar a su hermano Hugo. Temía que fuera algún problema de riñón.
Esta última conversación fue con una voz apagada, terriblemente apagada. Sin embargo, uno confiaba en su carácter, en su fuerza sobrenatural y en su capacidad para capear todos los temporales. Dos semanas atrás, ocurrió algo que visto a día de hoy puede parecer una premonición. Durante un par de días estuvo en estado de shock porque la mesa de su despacho se cayó y no le pilló de milagro.
Era una mesa de cristal grueso, de gran peso. En ella estaban varios ordenadores, libros y papeles. La mesa se hizo añicos. Todavía no comprendo cómo no hizo un boquete en el suelo y se cayó al piso de abajo. Esto ocurrió justamente después de entregar la versión final revisada del libro “Cuatro bodas y un funeral” editado por Ediciones Deusto.
Teníamos gran cantidad de proyectos, algunos más inmediatos y otros más a medio plazo. La semana que viene teníamos reunión para acabar con un libro extraordinariamente interesante en el que estamos acogidos por la Fundación de Estudios Financieros y el interés de su presidente, Juan Carlos Ureta. Ahí estábamos recuperando una de las facetas más queridas por David: la Econometría, la Macro, la contrastación y la elaboración de modelos.
Además de todo ello, la promoción del libro y su impacto mediático era objeto de larguísimas conversaciones. De ello es testigo Susanna Griso, a la cual pido mil disculpas por haberla sacado de la cama tal como hoy hace una semana cuando el iPhone de David –recién regalado por su hijo Hugo desde Nueva York– reconoció su nombre y automáticamente la llamó. Esto es ya una anécdota con mucho cariño y no dejó de ser en el momento una molestia para Susanna, la cual estaba a pocas horas de levantarse y empezar a trabajar en su programa de Antena 3 de Televisión.
En todo esto, Twitter fue para David su gran descubrimiento. La capacidad de sintetizar sus análisis, su visión y su preocupación por la nefasta política económica del gobierno del presidente Rajoy se vio condensada en mensajes de 140 caracteres. De esta forma, no sólo David difundió sus ideas y su enorme capacidad de ayudar a todo el que se lo pidiera. También le sirvió para defenderse de injustos ataques y falsos mitos elaborados sobre su persona y su actividad en la Oficina Económica del Presidente del Gobierno entre 2006 y 2008.
Ante todo, David era un gran economista. Conocedor hasta sus últimos recovecos de la economía española e incansable luchador en aras de dejar un país mejor para nuestros hijos. He conocido muy poca gente en mi corta vida que tuviera tal ahínco en trabajar, trabajar y trabajar para España. Esto le ha acarreado más de un disgusto, pero siempre con la conciencia tranquila y seguro de haber cumplido con su deber.
La muerte de un gran amigo y maestro como David Taguas nos deja huérfanos, se va una parte muy importante de nosotros. Sin embargo, no hay mayor luchador que aquel que se queda huérfano. Eso lo deben saber aquellos que creen que han perdido un adversario. Seguiremos difundiendo en los próximos tiempos su mensaje, su obra y su trabajo. El huérfano es incansable. No hay ser humano más fuerte y decidido que el huérfano.
Querido David: poco puedo decir más. Serás un grande siempre, un referente que perdurará siempre y ahora estás en una vida mejor. Que desde tu atalaya del cielo, David, estés pendiente de nosotros y nos eches una mano, que falta nos hace.
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