(OroyFinanzas.com) – Desde el estallido de la crisis financiera en 2007, los Estados han recurrido de forma cada vez mayor al endeudamiento para mantener sus estructuras de gasto. La caída de los ingresos públicos provocada por la crisis y la resistencia a reducir el gasto público son los causantes del desequilibrio presupuestario existente en la mayoría de los países occidentales, especialmente en Estados Unidos y los países del sur de Europa.
El recurso a la Deuda Pública es un instrumento delicado tanto en sí mismo como en sus consecuencias sobre la actividad económica y el futuro de los países. Que el Estado adelante decisiones de consumo y gasto en el presente no es un mecanismo nuevo. Es la forma de seguir financiando onerosas estructuras de gasto sin que el contribuyente actual tenga percepción de cuál es su verdadero coste ya que éste se transfiere a las futuras generaciones.
Sin embargo, la Deuda no sale gratis. En el presente tiene un coste muy apreciable que forma parte todos los años de las partidas de gasto público: los intereses de la Deuda. Dentro de los distintos capítulos en los que la Administración consume recursos productivos, uno de ellos es el destinado a servir la Deuda Pública en compensación por los préstamos tomados y las emisiones de bonos realizadas en el mismo ejercicio y ejercicios anteriores.
Pues bien, a lo largo de la Historia el peso creciente del pago de intereses sobre el monto del gasto ha sido uno de los indicadores más importantes de pésimas políticas fiscales y descontrol de la Deuda. Echando un vistazo hacia atrás, vemos cómo en momentos anteriores a la caída del Imperio Otomano (en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial) el gasto en intereses suponía el 52% del presupuesto; en la Francia Revolucionaria este porcentaje estaba por encima del 60% y en la España del emperador Carlos I y del rey Felipe II los intereses excedían los ingresos ordinarios, lo cual provocó cinco quiebras en menos de medio siglo.
Esta experiencia histórica es importante tenerla en cuenta en estos tiempos en los que avanza de forma rápida la proporción de intereses de la Deuda sobre el total presupuestado. Quizá una de las cifras más preocupantes sea la de los Estados Unidos, el cual destina el 17% de su gasto público a servir la Deuda sin contar las emisiones de empréstitos para hacer frente al pago de intereses de anteriores deudas.
Si se contabilizaran las partidas destinadas a la financiación de los programas de salud o a la seguridad social, Estados Unidos tendría que destinar oficialmente más dinero de su presupuesto a pagar intereses. Sin duda, más allá de la discrepancia en los números, lo más preocupante es la tendencia y ésta no se corrige si no es con ahorro público para amortizar la Deuda.
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