(OroyFinanzas.com) – En medio del constante enfrentamiento entre Rusia y Occidente sobre Ucrania, China ha optado por permanecer del lado de Rusia, aun cuando formalmente sigue enarbolando la neutralidad en su comportamiento. China, por tradición histórica y conveniencia geopolítica, no aprueba el secesionismo, las anexiones, o las intervenciones militares extranjeras, a menos que, por supuesto, tengan que ser protagonizadas por ellos.
Además, en la crisis de Ucrania es muy probable que Moscú actuara de forma unilateral, sin consultar a Pekín sus intenciones. Una vez consumada la anexión, China ha reformulado su posición en términos exclusivos de los intereses nacionales propios. En el caso de Crimea, los líderes chinos no pasaron por alto el devenir de los acontecimientos acontecidos en Kiev, capital de Ucrania, que tuvieron como consecuencia la reacción de Moscú. Para ellos, una revolución de colores –con apoyo occidental- como la sucedida en la plaza de Maidán, era una amenaza a la estabilidad, que podría llegar a afectar a los propios intereses chinos. Y no pocos funcionarios chinos destacaron, con cierta admiración, la determinación de Putin en solucionar de forma rápida y eficaz la cuestión de Crimea. Una conducta que incluso podrían emular en el futuro en vista de los resultados.
Además, ante la remota posibilidad de que el pragmatismo se impusiera en las relaciones entre Rusia y Estados Unidos y pudieran reestablecer relaciones bilaterales, a causa del conflicto, los chinos se quedarían sin pareja de baile. Así que China optó por secundar las políticas rusas y propiciar un acercamiento significativo. Además, en tales circunstancias, con apenas otras opciones internacionales para Rusia, el encuentro de ambos países partiría con unas condiciones más favorables del lado chino que del ruso.
Además, Pekín también interpreta la presión de Washington sobre Moscú no es sólo un intento de romper la voluntad de Rusia para imponer las reglas estadounidenses, sino también una advertencia a otros competidores no occidentales –China- de lo que puede ocurrir en el futuro. El triunfo occidental sobre Rusia, en la crisis de Ucrania, podría servir de medio para disuadir a China de aventuras similares frente al orden establecido. China quiere que sus relaciones con Estados Unidos, queden sujetas a “un nuevo tipo de relación entre grandes potencias”, como ha señalado el presidente de China, Xi Jinping. Pekín quiere, a través de un largo período de estrecha cooperación y competencia pacífica con Washington, lograr un trato de igual a igual. Pero mientras tanto, China está resultado ser la mayor beneficiaria del conflicto entre Rusia y Occidente.
Por parte rusa, Pekín ha significado una fuente de dinero, inversiones, e incluso algunos proyectos tecnológicos. En diciembre de 2014, cuando el rublo cayó fuertemente frente al resto de las principales divisas, el Ministerio de Finanzas de China prometió ayudar a Rusia, todo lo que fuera necesario. Con las sanciones de Occidente, China queda como la economía más grande fuera de la coalición anti-rusa. Además, desde el año 2009, China ha sido el principal socio comercial de Rusia, con un comercio bilateral de casi 100.000 millones de dólares. Tres meses después del inicio de la crisis de Ucrania en mayo de 2014, Gazprom firmó un acuerdo estimado en $ 400 millones de dólares para suministrar gas natural a China por un periodo cercano a los treinta años. Aunque bien es cierto que todavía muchos detalles del acuerdo permanecen fuera del escrutinio público y existen dudas sobre su aplicación también lo es que el acuerdo constituye un punto de inflexión histórico en la geopolítica de la energía de Rusia. La apertura de gas a China sólo puede ser comparada con la apertura de Moscú a Europa Occidental a finales de 1960. Para los detractores del acuerdo, es prácticamente seguro que Gazprom tuvo que conformarse con un precio más bajo para su gas de lo esperado, pero por fortuna para los rusos el acuerdo llegó antes de que el precio del petróleo –al que está ligado el precio del gas- se derrumbara.
Una Gran Asia de Shanghai a San Petersburgo
Los acuerdos entre Moscú y Pekín avanzan cada día más, en distintas áreas clave. En el campo de la energía ya hemos mencionado el acuerdo de gas firmado con Gazprom–que hasta la fecha exportaba casi exclusivamente ese gas a Europa- pero existen otros que han convertido a los chinos en consumidores del petróleo ruso. Empresas chinas están invirtiendo en los hidrocarburos rusos. El hueco que dejaron tras las sanciones las petroleras BP y ExxonMobil lo están ocupando empresas chinas, que se hacen cargo de un negocio –de la mano de la Petrolera rusa Rosneft- hasta entonces reservado a empresas occidentales.
China también se está moviendo muy activamente en el desarrollo de infraestructura en Rusia. Enlaces ferroviarios de alta velocidad que con el tiempo se van a conectarán Moscú con China a través de Kazajstán; puertos modernos en la costa rusa del Pacífico, como Zarubino en Primorsky Krai; o el desarrollo de una vía de entrada a Europa a través del Ártico. Unos proyectos que desarrollarán las conexiones de los países de Euroasia con la inclusión de Mongolia y los países de Asia Central.
En el campo de las finanzas, también se están profundizando las relaciones. Las empresas rusas ahora tienen más facilidad de encontrar financiación en China, y a nivel estatal, las autoridades chinas han expresado su disposición a conceder préstamos a Rusia. Una medida generosa que además implica la internacionalización del yuan, uno de los máximos objetivos chinos en la actualidad. Ambos países ya utilizan sus respectivas monedas nacionales –obviando al dólar estadounidense- en su comercio bilateral y bien podría el yuan convertirse en moneda de reserva regional en toda Eurasia. De suceder así, Rusia tendría que reconocer el liderazgo financiero de China.
Una carretera, un cinturón – Silk Road Economic Belt
La Ruta de la Seda liderada por China y la Unión Económica Euroasiática promovida por Rusia deberían acabar convergiendo. Pero a cambio, China querrá disponer de tecnología militar avanzada de Rusia, en áreas tales como misiles y avances aéreos y navales. Hasta ahora, Moscú ha sido cauteloso en compartir sus tecnologías más avanzadas con Pekín, temerosos de que pudieran volver las desconfianzas entre los dos países. Y además para tampoco molestar a otros poderes como la India e incluso Japón. Sin embargo, en la situación actual, sí que parece que Rusia podría bajar el listón de las exportaciones de tecnología de defensa a China.
Desde 2005, China y Rusia han mantenido regularmente ejercicios militares conjuntos. Como resultado, ya han logrado un modesto grado de compatibilidad e interoperabilidad entre sus fuerzas, y solo pueden mejorar. Los ejercicios se han llevado a cabo dentro y fuera de la costa del este de China, en el centro de Rusia y en Asia Central. Para este año, la Armada de Rusia y la Armada de Liberación del Ejército Popular tienen previsto celebrar sus maniobras conjuntas en el Mar Mediterráneo. Este salto cualitativo en la geografía de ambos países suena a un claro mensaje de que la alianza militar ruso-china puede reforzarse y formalizarse en el futuro.
Por último, señalar que China y Rusia trabajan de forma conjunta para potenciar aún más las instituciones internacionales no occidentales como la Organización de Cooperación de Shanghai (SCO), -a la que recientemente se ha sumado la India- , el grupo BRICS (integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que a principios de próximo año inaugurarán un banco de desarrollo propio además del Asian Infrastructure Investment Bank – AIIB, de liderazgo chino. En otro sentido, Rusia y China son cada vez más propensos a proporcionar una respuesta única a los distintos conflictos mundiales, y hacer frente en bloque a cuestiones tales como el programa nuclear iraní. En el Consejo de Seguridad de la ONU, por ejemplo, los dos países ya han alcanzado ese punto en que los aliados son capaces de armonizar de manera fiable sus posiciones en la mayoría de los asuntos. Así que nada impide que en el futuro, pueden llegar a establecer estrategias e iniciativas conjuntas en temas como Siria e Irán. Rusia es comprensivo con las ideas de Xi sobre un acuerdo de seguridad regional en Asia que, -según explica el presidente chino, Xi-, debe ser elaborado por asiáticos, de manera implícita y sin la participación de los Estados Unidos.
China refuerza su imagen internacional
Otra consecuencia favorable para China –aunque esta no muy cuantificable- de la crisis de Ucrania ha sido la forma en que la opinión pública ha percibido al gigante asiático. En la cumbre de Cooperación Económica Asia-Pacífico, celebrada en Pekín, en noviembre de 2014, el presidente Xi mantuvo una posición central, como de árbitro, entre Obama y Putin. Para la mayoría de los observadores occidentales, el triángulo de la Guerra Fría constituido por Washington, Moscú y Pekín, parecía una cosa del pasado, y China surgía para situarse en una situación ventajosa respecto a EE.UU por su mejor diplomacia y relaciones con las otras dos naciones. Mejores que las que estas dos naciones se procesan entre ellas.
Las relaciones de China con los Estados Unidos se están convirtiendo cada vez más en una carrera competitiva. La expansión del poder chino por el este, hacia el Pacífico, se ve obstaculizada por el sistema de alianzas vigentes liderado por Estados Unidos. El camino hacia el oeste, sin embargo, está libre de la interferencia de Estados Unidos y es terreno abonado para mejorar el acceso a los recursos de estas regiones y facilitar la presencia de los mercados chinos. Y, cómo no, para aumentar su influencia en Asia continental.
El bloque político y económico de Rusia con Europa y su vuelco a China (1)
Implicaciones geopolíticas de la relación entre China y Rusia para el mundo (3)
Fuente: Carnegie
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