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¿Qué es el dilema de Triffin en política monetaria?

(OroyFinanzas.com) – El conocido como dilema de Triffin plantea que la demanda internacional de dólares para estimular la actividad económica mundial provocaría el fin de la convertibilidad del dólar por oro físico, tal y como se establecía en los acuerdos monetarios de Bretton Woods [1].

¿Quién es Robert Triffin?
Robert Triffin fue un economista de origen belga, nacionalizado estadounidense, que está considerado como uno de los mayores expertos monetarios del siglo XX. Sus contemporáneos le otorgaron la consideración de ser una de las principales autoridades en oro, divisas y el sistema monetario internacional. Muchas han sido las contribuciones realizadas por Triffin a la economía internacional, pero su legado más famoso es el conocido como “el dilema de Triffin”.

La paradoja del dilema de Triffin surge en el contexto de un mundo que se regía por los acuerdos internacionales surgidos en Bretton Woods después de la Segunda Guerra Mundial. Según se establecía en estos acuerdos monetarios internacionales, el dólar estadounidense quedaba anclado al oro con un cambio fijo establecido en 35 dólares por onza y el resto de divisas importantes se vinculaban al dólar con un tipo de cambio fijo.

El “dilema de Triffin” se sustenta sobre una paradoja. La divisa internacional por excelencia [2], el dólar emitido por Estados Unidos, debe proporcionar la suficiente liquidez global para estimular la actividad económica mundial pero, al mismo tiempo, este comportamiento afectará sobre la capacidad de mantener la convertibilidad de su moneda por oro, en los 35 dólares establecidos por onza troy [3]. En algún momento habría más dólares en circulación que oro de reserva que garantice el canje oficial y, en consecuencia, la misión de ancla otorgada al dólar desaparecería.

Triffin comparte su visión con los políticos estadounidenses

En 1960, Triffin advirtió al congreso de Estados Unidos de que el país estaba condenado a incurrir en un déficit crónico por cuenta corriente, como proveedor internacional de la principal divisa de reserva [2]. El mundo necesitaba dólares para que la economía global pudiera funcionar. Y la Reserva Federal-Fed [4] (el banco central estadounidense) es el ente responsable de proporcionarlos. Es decir, la autoridad monetaria de los EE.UU. imprime un montón de dinero que se utiliza para comprar en el extranjero cualquier cosa – como materias primas, productos elaborados o productos financieros- y, a cambio, ofrecen a los países vendedores un “refugio seguro” dónde colocar sus beneficios comerciales, como es la deuda del Tesoro estadounidense. De esta forma, con el dinero de vuelta, los EE.UU. pueden financiar todos los déficits en los que incurran y estimular el crecimiento doméstico por la vía del gasto. Una política a la que no escapa, por ejemplo, el formidable presupuesto del ejército estadounidense, desplegado por todo el planeta, y que supera de largo la suma de lo invertido por las siguientes naciones en defensa [5].

Lo que plantea Triffin en su dilema, es que ningún país debería cargar en solitario con la hercúlea tarea de suministrar liquidez al comercio internacional porque ni es bueno para ese país, ni es bueno para el resto del mundo. Actuar así, conduce a crisis periódicas que se reproducen una y otra vez. Para Triffin, esta responsabilidad tenía que compartirse por las naciones cuyas divisas engloban los Derechos Especiales de Giro [6] (Special Drawing Right-SDR, en inglés) una cesta artificial de divisas del Fondo Monetario Internacional [7]. Actualmente son, además del dólar estadounidense, la libra esterlina, el yen japonés y el euro aunque bien podría ampliarse la cesta con la incorporación del yuan chino en un futuro próximo [8]. Según Triffin, los SDR podrían funcionar como una “moneda artificial” que podría ser utilizada para el comercio, cuando estallaran las tormentas financieras.

Adiós a los acuerdos de Bretton Woods tal como predijó Triffin

Todas estas disquisiciones se aclararon en 1971, cuando el presidente estadounidense, Richard Nixon rompió los acuerdos de Bretton Woods [9], cancelando la convertibilidad del dólar por oro. La guerra de Vietnam había disparado la deuda del país [10] y en la Casa Blanca no vieron mejor forma de afrontarlo que devaluando su divisa, tal y como Triffin había predicho años antes. EE.UU. ya no podía cumplir con sus obligaciones y como consecuencia inmediata, el marco alemán o el franco suizo –por citar algún ejemplo-, sufrieron la devaluación de un dólar en un 50%.

Durante la década de los años 70, comenzó un monumental trasvase de riqueza de los países industrializados hacia las naciones exportadoras de petróleo en Oriente Medio [11]. Estas naciones redujeron las compras de bonos del tesoro norteamericanos en un momento en el que las autoridades monetarias de EE.UU. intentaban controlar la subida de los precios, restringiendo la oferta monetaria (lo que condujo a una sustancial subida en los tipos de interés). Estos factores sumieron a EE.UU. en una larga y duradera recesión, agudizada por los problemas para lograr financiarse. Finalmente, la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca y una agresiva política económica reestablecieron la anterior situación. En una apuesta no exenta de riesgos, el gobierno republicano imprimió dinero, adquirió de nuevo productos al mundo y aumentó sus deudas. Además, los altísimos tipos de interés ejercieron de efecto llamada para el capital extranjero; el dólar se fortaleció y los países exportadores de petróleo volvieron a invertir sus excedentes comerciales en bonos estadounidenses.

El dilema de Triffin hoy

Tras la eliminación del patrón oro en 1971 [12], el valor de las divisas pasó a depender de los fundamentales económicos de cada país. Y desde entonces, Estados Unidos ha estado engordando su deuda y sus déficits comerciales, presupuestarios y por cuenta corriente, para alimentar el crecimiento económico mundial.

Tras cada crisis puntual, la Fed ha reaccionado relajando las condiciones monetarias para estimular el crecimiento. Sobre todo, rebajando el precio del dinero para que los bancos puedan prestarlo a discreción. La crisis de 2008 acentuó esta tendencia y nuevos mecanismos monetarios –como los QE [13], Zirp [14] o la operación Twist [15]– vieron la luz.

En marzo de 2009 el gobernador del Banco Central de China (el PBOC), Zhou Xiaochuan, publicó un ensayo en el que indicaba que las causas de la crisis había que buscarlas en la paradoja de Triffin. Los planteamientos del economista belga, que habían caído en el olvido durante 30 años, de nuevo volvían a estar de actualidad. Los chinos lo tenían muy claro. La Fed había abusado de su papel como prestamista de “última instancia internacional”, exponiendo al mundo al peligro de una II Gran Depresión. Por eso, había que reformar el actual sistema monetario internacional con la intervención de nuevos actores y nuevas reglas.

Fuente: Rankia [16]

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