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Requisitos para convertirse en una moneda de reserva mundial y el potencial del yuan chino (II)

(OroyFinanzas.com) – En nuestro anterior artículo explicabamos por qué China quiere convertir al yuan en una moneda de reserva mundial [1]. Son cuatro los factores principales que deben reunir las monedas que aspiren a convertirse en una divisa de referencia mundial: necesidad, liquidez, disponibilidad y seguridad. ¿Reúne el yuan chino estas características en la actualidad?

Si en la primera parte de este artículo desarrollábamos los motivos por los que una divisa puede ser atractiva para ser acumulada como reserva de otras naciones, en esta segunda parte analizaremos las cuatro características propias que han de poseer dichas divisas y la evolución experimentada por el yuan desde 2009.

Características para convertirse en moneda de reserva mundial

1. Necesidad y demanda para convertirse en moneda de reserva mundial

El propósito fundamental de una moneda de reserva es poder liquidar las obligaciones externas. A mayor cantidad y variedad de obligaciones que una moneda pueda resolver, más útil será como moneda de reserva.

La moneda de un país que apenas produce y carece de fondos para prestar o invertir no es tan útil como la divisa de una economía que produce muchos bienes y servicios deseados en todo el mundo. Además, en este segundo caso debe ser considerada como una fuente importante de capital, y poseer muchos socios comerciales que vean en esta divisa un elemento relevante para el cumplimiento de sus propias obligaciones. Si vemos en la actualidad el papel desempeñado por el yuan chino y los esfuerzos realizados por las autoridades del país, podemos decir que este factor apuntala el razonamiento de Roubini de que el yuan chino puede ser la próxima moneda que sustituya al dólar.

Sin embargo, esta conclusión pasa por alto algo importante. Una moneda de reserva, no sólo debe ser capaz de resolver las obligaciones sino que también debe ser de “obligado uso” porque, de lo contrario, no hay ninguna razón para mantener la moneda de ese país como reserva. Y ese es precisamente el caso de hoy con China.

Si nos fijamos en la historia, durante el siglo XIX, Gran Bretaña era prácticamente la única fuente en el mundo para adquirir productos industriales y obtener capital para la industrialización. Así que Gran Bretaña podría insistir en que se pagara en su propia moneda. Después de la Primera Guerra Mundial, los EE.UU. poseía la mayoría de oro del mundo y sustituyó el papel de Gran Bretaña como principal acreedor mundial, pudiendo exigir el pago de las obligaciones en su propia moneda de forma progresiva hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Y aunque los EE.UU. nunca fue el único proveedor de bienes industriales, su dependencia de las exportaciones rara vez supera el 10% de su PIB. Cuando las exportaciones superaron ese umbral del 10% -durante las dos guerras mundiales-,  EE.UU. disfrutó de su máxima influencia económica. Si el mundo quería hacer negocios con los Estados Unidos, era necesario adquirir dólares.

En China, en 2009, el 40% de su PIB se debía a las exportaciones. Y esa dependencia de las exportaciones le alejaba de poder establecer las condiciones de pago. Los chinos debían seguir aceptando dólares, euros y yenes, o dejar de crecer. Y debido a que China acumulaba tantos dólares no encuentra mejor opción que prestarlos de vuelta. Desde entonces, con una economía en constante crecimiento, este porcentaje se ha reducido notablemente, situándose ligeramente por encima del 20%.

2. Liquidez para convertirse en moneda de reserva mundial

La generación de grandes cantidades de divisas de reservas en efectivo conlleva un alto costo de oportunidad. Es preferible invertir esas tenencias temporalmente y obtener un rendimiento. Pero dichas inversiones deben ser de alta liquidez, para que de manera rápida y fácil se puedan canjear cuando sea necesario para su uso, sin ninguna pérdida significativa de su valor. Parte del atractivo de la libra y el dólar se debió al hecho de que sus economías de origen estaban muy bien organizadas con los mercados de capitales más desarrollados del mundo de su época. Libras y dólares no permanecían ociosas sino que por el contrario podían ser invertidos en una amplia variedad de instrumentos líquidos en un mercado organizado al efecto. De acuerdo con un estudio de McKinsey de 2006, los Estados Unidos representaban el 38% de los mercados mundiales de capital (excluyendo los depósitos bancarios), incluyendo cerca de la mitad de todos los títulos de deuda privada. Un dato significativo que ni siquiera incluye los mercados denominados en dólares para el comercio de materias primas, como el petróleo [2].

En China, los mercados de capitales son pequeños en comparación a lo descrito, representando solamente el 4% del total mundial (2009). Para ofrecer una cierta perspectiva, los mercados de capitales de China en 2006 eran apenas dos veces mayor que el total de sus reservas de divisas, mientras que los mercados estadounidenses de capital eran 23 veces más grandes. Aunque las valoraciones precisas de todos los mercados de capital han fluctuado desde 2006, las magnitudes relativas no han cambiado significativamente. Los mercados para la inversión de dólares son, por lo menos, 10 veces más profundos que los mercados para invertir yuanes. En particular, el mercado chino de valores de renta fija – el instrumento preferido para almacenar reservas de listas – estaba gravemente subdesarrollado y sin liquidez, en comparación con los bonos del Tesoro estadounidense.

Pero el tamaño relativo del mercado es sólo la punta del iceberg. El problema más inmediato es que la mayoría de los mercados de capitales de China, por aquel entonces, estaba fuera del alcance de la inversión extranjera. Aún cuando la posesión de la deuda interna o valores de renta variable son permitidos – a través de un fondo de inversión QFII [3] o una empresa conjunta estratégica, o por obtener un permiso especial del SAFE [4] y el Ministerio de Comercio – el proceso de conseguir dinero en China y su posterior reintegro solía ser largo y engorroso. Para los extranjeros, tantos controles de capital, imposibilitaban la liquidez de la moneda china. ¿Qué se puede podía hacer con un yuan fuera de China? Pues en la mayoría de los casos, la respuesta era que “nada”. En la actualidad, China está reconduciendo esta situación que ha mejorado mucho [5].

3. Disponibilidad para convertirse en moneda de reserva mundial

Puede parecer obvio, pero para ser una moneda de reserva mundial, esta debe exportarse. En el siglo XIX  Gran Bretaña era un exportador neto de bienes -pagados con oro-, y lograba reexportar libras invirtiendo capital en todo el mundo. Desde la I Guerra Mundial hasta la década de 1970, los Estados Unidos realizó esencialmente el mismo papel. En ese momento, pasó a convertirse en un gran importador de capital, pero continuó suministrando al mundo dólares mediante la ejecución del déficit comercial. En ambos casos, la balanza de pagos hizo posible que otros países obtuvieran Libras y Dólares como como reservas de divisas. Sin embargo, China, en 2009, no exportaba su moneda. Poseía un amplio y creciente superávit comercial siendo un importador neto de capitales. Esto era debido a la prohibición existente sobre las empresas e individuos de invertir en el extranjero sin permiso del gobierno. Así que efectivamente no hay manera para que los extranjeros pudieran acumular saldos netos en yuanes. Incluso si quisieran mantener reservas de yuanes, el flujo unidireccional de los fondos lo convertía en impracticable. Sin embargo, en la actualidad, los esfuerzos chinos se han visto recompensados con una mayor convertibilidad del yuan dentro y fuera de las zonas de libre comercio [6]. De hecho, Suiza –Zurich en concreto-, Alemania [7] y el Reino Unido [8] se ha convertido recientemente en un centro offshore del yuan chino [9]. Y esa es la actual tendencia.

4. Seguridad para convertirse en moneda de reserva mundial

La acumulación de importantes cantidades de cualquier moneda extranjera pone al dueño a merced de la política fiscal y monetaria de otro país. Si ese país socava el valor de su moneda -ya sea por el impago de sus deudas o por imprimir demasiado dinero-, los tenedores de esas divisas sufrirán una pérdida económica real. Así que la hora de decidir qué moneda se invierte para mantenerla como reserva, la credibilidad y la responsabilidad del emisor es una preocupación constante. Los británicos resolvieron estas bien fundamentadas preocupaciones mediante la vinculación con firmeza su moneda con el patrón oro. Y así lo hicieron también los americanos hasta 1971. El patrón oro aseguró que ni Gran Bretaña ni los EE.UU. (aunque el modelo de Bretton Woods demostrará no ser viable por la política monetaria de EE.UU.) podrían inflar arbitrariamente sus monedas y dañar su valor. Sin embargo, después de 1971, los Estados Unidos ya no se ve limitada por un tipo de cambio fijo con el oro [10]. Algunos pensaban que esta controvertida decisión significaba el fin del dólar como moneda de reserva confiable. Pero al final, la gente decidió confiar en los EE.UU., al menos por el momento gracias a la demanda generada por los dólares por la creación del petródolar [2]. Desde los días de Alexander Hamilton –y con una guerra civil de por medio-, nunca han dejado de pagar su deuda soberana. Y la decisión de la Federal Reserve-Fed (el Banco Central de EE.UU.) para acabar con la inflación [11] en 1981, aún a costa de una recesión, inspiró confianza. Pero esa confianza no es imperecedera. Hoy, ante el creciente déficit presupuestario, muchos se preguntan si el dólar sigue siendo una moneda “segura” y los primeros son los chinos, claro, que son los que mayores reservas de dólares acumulan. De ahí, que el yuan haya surgido como una alternativa potencial al dólar junto al euro. [12]

Pero la divisa china también ha de generar confianza. Su economía experimentó una galopante hiperinflación [13] a principios del siglo XX y, a diferencia de los EE.UU., que tienen una larga trayectoria como líder en los asuntos económicos globales, China apenas ha intervenido en el escenario internacional aunque esa tendencia se está invirtiendo desde la publicación del artículo de Roubini. Su estilo centralizado y autoritario de liderazgo y los procesos de toma de decisiones un tanto opacas no ayudan a generar esa confianza. Pero, de la misma forma, China está reconsiderando la confianza puesta en sus activos estadounidenses, así el mundo tendrá que decidir, con el tiempo, si se siente seguro con los chinos. A ningún analista se le escapa el voraz apetito chino por el oro, del que puntualmente informamos desde OroyFinanzas.com [14]. Asi que no está demás preguntarse si ¿podría el oro ser una herramienta futura para generar esa seguridad en la divisa china? [15]

Así pues, los cuatro factores señalados por Roubibi en su artículo de 2009- la necesidad, la liquidez, la disponibilidad y la seguridad- parece evidente que han mejorado considerablemente a favor del yuan. Es cierto hace años, el yuan estaba todavía muy lejos de convertirse en una moneda de reserva atractiva y viable pero en la actualidad no parece ninguna quimera.

China ha reducido su dependencia de las exportaciones hacia el punto en que puede empezar a insistir en sus propias condiciones de pago. Se han ampliado sus mercados de capitales y están abiertos a la inversión extranjera y poco a poco sus ciudadanos pueden invertir en el extranjero. Además, ha desarrollado un historial positivo de liderazgo económico que implica y aúna los intereses de otros países. Y no parece que estos cambios hayan implicado una reestructuración dramática o extremadamente dolorosa para su economía aunque el modelo de crecimiento impulsado por las exportaciones deberá converger en un sistema más equilibrado y abierto.

Leer el primer artículo de la serie: Razones por las que China quiere que el yuan sea moneda de reserva mundial (I [1])