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Nueva economía: Hacia la inmaterialidad de la economía (2)

(OroyFinanzas.com) – En un artículo anterior [1] analizábamos cómo en nuestra época cada vez va primando más el acceso sobre la propiedad. Así, las empresas de la nueva economía se crean sobre una plataforma digital, a la que los clientes “acceden” en busca de un servicio, a menudo inmaterial.

Los grandes corporaciones de nuestro tiempo (Google, Facebook,…) distribuyen acceso a información. Las empresas ya no necesitan tener inventario, sino información digital que pueden distribuir y enviar de forma masiva. La novedad de Internet es que dicha mercancía digital se puede procesar y distribuir sin apenas coste.

El problema del balance de las nuevas empresas

Una peculiaridad de esta economía de lo inmaterial es la dificultad de determinar el balance de las nuevas empresas [2], y por tanto su valor. Ya no existe el activo del balance, sólo las deudas del pasivo y la cuenta de resultados. ¿Cómo valorar la acción de una empresa que no tiene inmovilizado fijo, ni productos en transformación, ni inventario? Los únicos activos de la empresa son los activos inmateriales, y sobre todo sus clientes [3].

Esta subjetividad en la valoración fomenta una economía especulativa, que se ve favorecida por la gran velocidad a la que suceden los acontecimientos. A la misma velocidad con la que llegan los clientes, éstos se pueden marchar, por lo que el ciclo de vida de las empresas es mucho más corto del tradicional. De los flujos de caja actuales malamente puede estimarse nada que vaya más allá de pocos meses. La producción ha dejado paso al marketing [4].

El marketing vence al producto

En el capitalismo del siglo XX, tener una fábrica de cualquier producto era sinómino de producción, venta y beneficio. Se daba por por sentado que lo costoso era la producción; la venta se daba por descontada. También para el marxismo era fundamental la posesión de los “medios de producción [5]”, puesto que quien producía tenía el poder. Si Karl Marx viviese hoy en día posiblemente no hablaría de los “medios de producción”, sino de los “los medios de marketing”.

Así, lo fundamental hoy en día no es tener un producto que vender, sino un cliente a quien vender. Las asfixiantes campañas de publicidad tratan de captar la atención del cliente, conocer sus preferencias y sobre todo, su poder adquisitivo. El objeto de ello es crear un producto que se ajuste a sus necesidades y presupuesto, si el producto es inmaterial mucho mejor. Esta personalización llega al máximo, de modo que a menudo se procura que sea el propio cliente quien diseñe el producto, a partir de varios patrones o plantillas propuestos. La externalización llega al máximo en este caso, ya que incluso la producción en sí es trasvasada desde la empresa al cliente. Hoy más que nunca, no vende quien tiene un buen producto que vender, sino quien tiene un cliente a quien venderlo.

En una última entrega, profundizaremos sobre el mercado de lo inmaterial que se crea en torno al cliente, llegando incluso a la mercantilización de las relaciones humanas.

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