(OroyFinanzas.com) – Es ya todo un clásico del análisis económico comentar la insostenibilidad de las pensiones en Europa Occidental. Un sistema de reparto, y no de capitalización, conduce inexorablemente a un esquema Ponzi, en el que las aportaciones económicas actuales no son para quien las hace, sino para quien cotizó en el pasado. ¿Quién pagará cuando le toque cobrar al que paga hoy?
Pues ha pasado desapercibida una noticia que describe cómo en España la renta per cápita de los pensionistas es ya mayor que la renta per cápita de los trabajadores. De media, con la simplificación que supone cualquier estadística, podemos decir que un jubilado ingresa más al mes que un miembro de una familia trabajadora.
Ello se debe por una parte a la subida de las bases de cotización de los últimos años por una parte, y por otra al recorte de salarios consecuencia de la crisis. Si a eso se añade que muchos jubilados disponen ya de la casa pagada y del patrimonio acumulado en los años de bonanza, no es de extrañar la tendencia que se muestra en la figura.
La jubilación que ofrece la Seguridad Social actual no cumple en la actualidad la función asistencial con la que fue concebida. Si comparamos las condiciones de vida actuales con las de la Alemania de Bismark, o la España de los años 40, poco tiene que ver. La pensión de jubilación en la actualidad es un derecho positivo, sancionado legalmente por el consenso de todos los partidos políticos. Por ese mismo motivo no es previsible que nadie haga ni proponga cambios legislativos bruscos en un sistema que afecta a nueve millones de votantes.
Esta realidad nos podría llevar a una nueva lucha de clases, en la que los trabajadores vean cómo sus rentas se transfieren vía impuestos a la tercera edad, de una manera impecablemente democrática. Francis Fukuyama, en su futurista “Our Posthuman Behavior” alertaba de una potencial nueva lucha de clases, en la que las clases enfrentadas serían jóvenes trabajadores pobres contra ricos ancianos adinerados. ¿Quién vencería? El declive demográfico que se avecina parece favorecer a estos últimos, conduciendo a una Gerontocracia en la que una mayoría de jubilados conservaría con sus privilegios económicos con sus votos, frente a una juventud obligada a trabajar.
Pero que las nuevas generaciones vayan a aceptar de buen grado esta transferencia de rentas no es seguro. Hay situaciones insostenibles, en las que no se quiere, o no se puede, llevar a cabo las reformas necesarias para mantener el sistema. Dichas situaciones evolucionan por caminos no previstos, para finalmente liquidar dicho sistema insostenible. Mediante una quiebra, por ejemplo.
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